Hace unos días, se lanzó oficialmente el libro «28 días de felicidad: Crónicas de los Juegos Santiago 2023», tercera publicación del periodista y escritor Vicente Vásquez Feres, una obra que narra profundas y emotivas historias tras los Panamericanos y Parapanamericanos desde su experiencia en la cobertura oficial del evento en Chile.

Entre los relatos que destacan, se encuentra la manera en que Vásquez llegó a conversar con los papás de Santiago Ford desde Cuba o a conocer el por qué Tania Zeng lleva tanto tiempo en Chile, la amistad entre el maipucino y nadador paralimpíco Alberto Abarza y su «contrincante» Gabrielzinho en medio de sus cinco finales, o la infancia de la otra maipucina que aparece en el texto, la karateca Valentina Toro.

La Voz de Maipú conversó con el también autor de ‘El gol de Lucila’ (2019) y ‘Una vida en la garganta’ (2022), quien destacó cómo este evento logró demostrar que podemos dejar a un lado las diferencias y podemos «soñar con un Chile menos enojón, menos sufriente, más contento y esperanzador».

Antes de pasar a la entrevista, te dejamos el dato: «28 días de felicidad», editada por Subterranis y distribuida por Trayecto Comunicaciones, se encuentra disponible HACIENDO CLIC AQUÍ. Cabe mencionar que el libro cuenta con un formato inclusivo, con códigos QR que llevan al material original referido, el que puede ser leído y escuchado.

En tu relato describes con detalle cómo viviste cada una de estas experiencias reuniendo historias, ¿cómo resumirías este proceso de búsqueda, de aplicar el ‘ojo periodístico’?

Cuando lean el libro se va a dar cuenta de que casi no hay un patrón común. No hay un porqué estuve tal día en el béisbol, tal día conversando con entrenadores de Santiago Ford, otro día con Alberto Abarza. No hay un porqué demasiado grande. La vorágine de los juegos fue tan, tan profunda y tan rápida a la vez, que no había mucho espacio para la planificación de nuestro acotado equipo que se encargaba de cierta parte del sitio web, con estas historias más humanas.

Mi compañero, colega y amigo que me llevó a los Juegos, Carlos Ramírez, era quien en las noches nos mandaba más o menos el esquema de quién iba a qué. La idea era no ir empaquetado y dejarse sorprender. Había compañeros que eran muy secos para detectar y retratar lo más colorido, yo era un poco más intenso en la profundidad de los sentimientos de los personajes, y tenía la suerte de encontrarme con cosas que iban conectando y terminaban siendo hasta un poquito mágicas.

Este libro que hago es fruto de la suerte, el azar, el instinto. El tener esa libertad y apertura de salir a buscar las historias nos permitió a cada uno en el equipo, con nuestro propio estilo (y representando a distintas generaciones), ser nosotros mismos.

Algo que, por supuesto, no estaba excento de las presiones propias del ejercicio. En varias partes vas mencionando que ibas adelantando redacción desde el mismo celular.

Exactamente, a pesar de que había libertad, también estaba hasta presión de que había que publicar harto contenido. Básicamente, había que justificar el por qué estábamos trabajando ahí, pero justificando en un sentido de defender la imagen de los Juegos en todo lo mediático.

La percepción, en general, creo que fue muy buena. Personas cercanas y otras no tanto fueron señalando que se veía bien lo que salía en la televisión, las radios, internet. Sin duda, hubo cosas que destacaron porque salieron mal, como lo del atletismo, que todavía sigue trayendo esquirlas o el robo en Viña del Mar a una delegación argentina de handball, entre otras cosas que, en estricto rigor, las resolvían otras personas. Nuestra presión venía por encontrar algo bueno, notas más humanas, más profundas, como las que se pueden leer en este libro.

Hay notas originales que son el ancla de una crónica, un tronco que va sacando ramitas y cada ramita con sus personajes distintos, conexiones distintas.

Dentro de todo este trabajo que realizaste, ¿qué fue lo que más te marcó de lo que incorporaste en «28 días de felicidad»?

Antes de grabar, ya mencionaba el ejemplo de Los Bunkers. A modo personal, fue un gran momento para mí por todo lo que significaba, los detalles que se iban uniendo en la vida de ellos y en la mía. Fue un privilegio que, llevando tan poco haciendo la pega, todavía no habían empezado los Juegos, ya había cumplido un sueño que nisiquiera me había propuesto. Entrevistar al único grupo del cual me puedo decir fanático.

Fue una entrevista grupal que se publicó el día de la inauguración. Era una joyita saber cuáles eran las cuatro canciones que iban a tocar y en qué orden. No era casualidad que tocaran Miño en el Estadio Nacional, por ejemplo. Toda la conversación fluyó bien, se respondían entre ellos, se tiraban tallas.

Otro de los relatos que elegí incorporar y que fue uno de los que más me marcó fue la historia de Santiago Ford. Estas dos se pelean el primer puesto donde llegamos al Vicente más auténtico desde lo personal y lo profesional. En estas crónicas puse literalmente todo lo que recuerdo que sentí, las pistas que yo mismo puse en el camino.

Lo de Santiago se explica solo, por su propia historia, que es muy, muy dura, y también como la vivieron sus personas cercanas que en ese momento eran Matías Barrera, el entrenador, y sus papás, Adolfo y Julia, desde Cuba. Fui una persona totalmente privilegiada al poder conversar por videollamada con los papás, con lo que cuesta la conexión de internet allá por lo que me explicaba Matías.

Agradezco que la vida me haya puesto en ese escenario de de tener esas dos historias en las manos y que hayan salido.

Entre las historias que elegiste, también se encuentran las de dos maipucinos: Alberto Abarza y Valentina Toro, ¿qué nos podrías contar sobre cada uno de ellos, más allá de lo que aparece en tu libro?

Son parte de la médula del libro, yo diría. Quizás la que es más identitaria de todo lo que significa este material ha sido la de Santiago Ford, pero la Alberto Abarza y la de Valentina Toro, siendo tal vez menos profundas en cuanto a extensión de la crónica o a cantidad de detalles que fueron sucediendo, las dos son muy significativas y por razones distintas.

Por ejemplo, a Alberto lo pude entrevistar en zona mixta y pude hacerle la pregunta que yo quería, no necesariamente relacionada con su logro deportivo, como todos lo estaban haciendo. En el caso de Valentina, no hablé con ella directamente, sino con sus amigas del kínder. Dos aproximaciones muy diferentes, pero que logran llegar al corazón del personaje.

Profundicemos un poco sobre el nadador paralímpico.

Ese día, en particular, era la segunda final perdida contra Gabriel Dos Santos, alias Gabrielzinho, un paranadador impresionante, y cuando vi el amistoso abrazo entre ellos dos dije ‘aquí hay algo’.

El ambiente tanto en el paralimpismo como en el olimpismo suele ser tremendamente competitivo, y a pesar de la hazaña del brasileño, quien prácticamente «borró el legado de Abarza», entre comillas, en cuanto a records, los periodistas le destacaban al maipucino ‘oye, tu eres el máximo medallista parapanamericano chileno de la historia’ y él, súper sencillo, humilde, tranquilo. Yo lo sentí en paz, creo que eso es lo que más recuerdo ese día.

Sentí a un Alberto cercano, casi como no preocupado de ese record. Él estaba preocupado de disfrutar. Él mismo lo dijo, que ‘era el torneo que más estaba disfrutando de su carrera’ y, siendo quisquilloso, no era el más exitoso porque Tokio 2020 había tenido el balance más exitoso con menos medallas, pero medallas paralímpicas, y más de oro que de plata. Lo mismo Lima 2019. Creo que aunque hubiese salido quinto, iba a salir con la misma sonrisa.

Tras el abrazo, tuve la suerte que, tal como lo menciono en el libro, como mi papa vive en Brasil, menajaba un poquito de portugués y pude alcanzar a hablar con Gabrielzinho antes de que se fuera rápido, porque nadie más lo entrevistó, aún cuando el mismo Abarza dijo que teníamos al uno y al dos del mundo en paranatación, pero claro, el foco era el chileno y nadie se lo quería perder.

También rcuerdo que Alberto estaba muy cansado. Su condición física es degenerativa, por tanto, cada día que él nada, evidentemente le va a ir doliendo más. Habrá un momento en que él no va a querer, pero se va a tener que retirar porque su enfermedad no se lo va a permitir, y por lo mismo yo rescato ese disfrute, ese goce de su mirada, de su sonrisa, y de que ‘lo logré’.

Se merece totalmente el nombre de la Piscina Municipal acá en Maipú.

Sí, por supuesto. Quizás, con el tiempo, hasta evalúen cambiarle el nombre a alguna piscina del Nacional, ahora que quedaron tan bonita.

¿Y sobre Valentina Toro?

En el caso de ella, tuvo que ver mucho que ya me ubicaba en el Centro de Deportes de Contacto, y ahí, cuando decido sentarme en las tribunas, empiezo a escuchar que hablan de «la Vale». Eran las amigas que tenía desde el kínder, y lo primero que me van comentando es que era primera vez que la veían competir profesionalmente.

Santiago 2023 les trajo la oportunidad de ver a su querida amiga de la infancia después de haberla acompañado en diversas compentencias desde que tenían 6 o 7 años. Una de las dos estaba afónica y eso que era el primer combate de la mañana cuando las encontré.

Esa crónica se publicó al mediodía y tres o cuatro horas después la Vale Toro ganó el oro. Fue la guinda de la torta actualizar y cerrar con que, aparte de que hayan podido verla, la vieron ganar ni más ni menos que el oro. Tiempo después hablé con ella, le pasé el libro poco antes de la primera fecha del lanzamiento, y en una entrevista con ESPN lo comentó de forma básicamete perfecta. Es que entendió al tiro el tono, usando el concepto de trastienda emocional, de contar historias de estos deportistas de una forma súper empática y humana. Ella es muy energética, expresiva, va a mil revoluciones por minuto, y todo lo que me decían sus compañeras lo vi en ella reflejado tal cual. Es la persona cercana y comprometida que sus cercanos dicen que es.

Maipú tiene el privilegio de contar con estos dos grandes representantes del espíritu del deporte.

¿Cuál crees tú que es el impacto que tienen estas historias de deportistas en la comunidad y por qué crees que es importante comunicarlas?

Desde donde estábamos, con las facultades de ser prensa de la Corporación y acceder a ciertos sitios, tuvimos la intención de contar estas historias que con la idea de que tuviera un impacto emocional, que hiciera que los deportistas no se quedaran tan lejanos para la gente. No estamos hablando de ‘semidioses’ que lo han logrado todo, sino que hay muchas cosas detrás.

Se pudieron relevar historias de éxito tan distintas, pero tan convergentes como la de Santiago Ford, Tania Zeng, Lucas Nervi, y muchos más, todos tan distintos entre sí llegando a un podio. Creo que ahí está el impacto. Mucha gente se dio cuenta de que existían estas personas que tenían una historia grandísima por contar y justamente ahí la importancia radica en que el deporte no se explica por sí solo, está conectado a la vida. Hay muchas disciplinas que son casi un reflejo de la vida misma.

Yo sacaba la cuenta, por ejemplo, cuántas veces he lanzado un libro. Son días bonitos para recordar, para sacar fotos, son como 8 días de 1600 desde que uno empezó el primer proyecto hasta ahora, y te das cuenta que el margen de esos días fantásticos son muy pocos. A ellos les pasa lo mismo: trabajan años, años, y años para correr 10 segundos, para hacer un lanzamiento, para combatir durante un minuto y medio, donde todo puede pasar.

Es importante que la gente conozca esa parte, de que son personas como uno, que tienen sueños, tienen miedos, tienen mucho trabajo detrás, quizás es una forma de vivir muy distinta a la clase media del pueblo chileno, porque incluso personas de sitios muy humildes tienen que dedicarse a otro tipo de vida, poniendo su cuerpo a disposición para tener ese camino, a veces sin muchas retribuciones, sobre todo en deportes menos conocidos, pero con esto mucha gente se dio cuenta de que están y que hay historias que merecen que las sigamos poniendo atención, dándole apoyo y seguir tirándolos para arriba, para que sus carreras no sean solamente el fugaz paso de los Juegos.

¿Qué le dirías a nuestros lectores y lectoras para motivarlos a leer tu libro?

Los motivaría a que, si bien está muy considerado que el periodismo tiene que tener cierta lejanía de las cosas y una objetividad, una obsesión con la imparcialidad a veces -es un norte y es evidente-, también hay momentos donde un testimonio vivencial te puede acercar en muchos sentidos más.

Santiago 2023 nos trajo la oportunidad no solo de hoy contar con la capacidad de organizar bien un evento deportivo, sino también de mirarnos a los ojos, encontrarnos de nuevo, sentir que podemos hacer las cosas bien y dejar ciertas diferencias que nos separan tanto. Existen, no las podemos obviar, pero podemos concentrarnos en un futuro común y no dejarnos caer por este mundo tan inmediato, desechable, plástico, superficial.

Podemos encontrar una nueva forma de soñar a un Chile menos enojón, menos sufriente, más contento y esperanzador. Hay muchas historias para inspirarse en Maipú, pero las cosas emocionantes las podemos encontrar en cualquier lado, en todas las latitudes, en todas las disciplinas, solo nos faltaba la oportunidad de irlas conociendo. Los invito a que lean el libro para que conozcan más historias relevantes que ocurrieron, y tomarlo como un puntapié para que el deporte chileno y el deporte internacional se vaya nutriendo de nuevos fans, e ir más allá del fútbol.