En este nuevo 8 de marzo, donde se conmemora el Día Internacional de la Mujer, destacamos a importantes mujeres en la historia de Maipú, sobre quienes sus nombres y logros no aparecen con frecuencia en el relato tradicional.
A lo largo del tiempo, la historia oficial ha privilegiado las figuras masculinas, relegando a un segundo plano el impacto fundamental que muchas mujeres tuvieron en la construcción de nuestras comunidades. Por ello, hoy rescatamos parte de sus relatos y su legado.
El historiador Guido Valenzuela en su obra «Brochazos y Pinceladas de un Maipucino Antiguo« cuenta diferentes anécdotas de la comuna y sobre personajes históricos que vivieron en este territorio. En sus páginas se pueden leer sobre algunas de las personalidades más importantes de la comuna, entre ellas se menciona a doña Carmen Luisa Correa.
Doña Carmen Luisa Correa Bravo

Nació en 1861 y a los 13 años llegó por primera vez a Maipú, aunque alguna vez comentó en una entrevista con el historiador Raúl Téllez, que en aquel entonces «no se llamaba tampoco Maipú, sino Villa Espejo».
Vivía en calle Portales con Pajaritos y estuvo en una de las primeras escuelas de la comuna. De igual forma, fue pionera en el rubro de telefonista en la primera compañía que se instaló en el territorio, y junto a ella estaban Susana Valenzuela y otras niñas de las que solo sabemos sus apellidos: García y Vásquez.
Era muy devota a la virgen que le dio su nombre. Según relata Valenzuela, «no se perdía una sola misa e incluso asistía a un oratorio particular perteneciente a la familia Infante».

Se vestía con ropas oscuras y nunca salía sin un sombrero, ya que tenía uno para cada ocasión. A lo largo de su vida, fue profesora rural y una de las pocas mujeres influyentes en el Maipú de principios del siglo XX.
El 8 de diciembre de 1953, a sus 92 años, falleció justamente en el Día de la Virgen del Carmen.
Doña Misia Inés Riesco

Quizás la primera mujer destacada en la política de Maipú. Misia Inés Riesco tenía los puestos importantes en la sangre. Su bisabuelo, Germán Riesco, fue Presidente de Chile (1901-1906), mientras Misia vivió en el fundo Loma Blanca y recorría la comuna a bordo de un Chevrolet 49.
Era conocida por su proactividad en la ayuda a los más desposeídos, ya que participaba de un grupo de damas que se dedicaba a esta noble acción. Una obra de las más recordadas fue cuando compró el sitio donde está el pasaje Cañaveral, el cual repartió entre las personas que su agrupación protegía.
Su vida política y social la llevaron a ser una de las fundadoras del Instituto O’Higginiano de Maipú, además de ser la primera mujer maipucina en alcanzar grandes puestos políticos.
Fue alcaldesa subrogante y regidora de Maipú entre 1938 y 1941, destacando durante esos periodos su gran trabajo de arbolado en la comuna, incluyendo todos los árboles de Avenida Pajaritos.
Valenzuela cuenta en sus líneas que cuando Misia falleció, todo Maipú estuvo de luto, y su funeral se realizó en la casa patronal de su fundo, el que más tarde se transformaría en un colegio para niñas huérfanas.
Otras grandes mujeres maipucinas
Basándonos en el texto de Valenzuela y de Raúl Téllez, es menester destacar a otras grandes figuras de la comuna en este 8 de marzo, aunque la información que se tenga de ellas sea, tristemente, mucho más acotada.
Carmen Bustos López de Adasme: Fue socia de la Cruz Roja desde muy joven, lugar al que llegó tras realizar todos sus estudios en el Colegio de Niñas Santa Teresa. En esta organización, llegó a ser la Presidenta Nacional.
Elisa Ferrada: destacada directora de teatro, escritora y poetisa infantil de la comuna. Conocida como «Mama Hicha», la emblema de la escritura local ha recibido multitud de premios a nivel nacional e internacional. Dentro de su catálogo destacan «Niño Mágico», «El cóndor de la niñez», «La Batalla de Maipú» o «Un Niño Chileno».
Lizzie Valenzuela: Fue la primera mujer abogada en trabajar en la Contraloría General de la República en 1958.

Aida Espinoza: Una de las primeras feriantes de la comuna, la doña Aida Espinoza destaca por su historia de esfuerzo ya que, según cuenta Valenzuela, «salía con su carretón a las 5 de la mañana con los niños mayores (sus hijos) a buscar la mercadería a La Vega. Recuerdo ver a los niños, deben haber tenido unos cinco años, con unos sombreros alones que les ponía para el sol. Parecían unos hombres chicos con un carretón cargado de verduras que le sacaban a la mamá para ir a vender a los vecinos».

Cuando el escritor aún continuaba realizando su obra, la señora Aida ya no trabajaba en la feria, pero seguía visitando a todos los comerciantes de la población San Gregorio, «No piensa irse de esta tierra, porque su corazón todavía está muy joven y tiene muchas ganas de vivir».

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