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Los peligros del voto electrónico en Maipú: falta de auditoría pública resta validez

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Este fin de semana ocurrió un hecho histórico en Chile: más de 200 municipalidades se pusieron de acuerdo para organizar una votación nacional.  La votación logró sumar más de 2 millones de votos en todo el país.

Un hito muy positivo para la democracia, pero no exento peros. Uno de estos peros tiene que ver con el sistema de votación.

En efecto, el sistema mayoritario de votación que adoptaron las municipalidades fue el VOTO ELECTRÓNICO.  Para esto las comunas eligieron a distintos proveedores que les prestaran el servicio de votación.

En el caso de Maipú se contrató a la empresa Brecha Digital por 5 millones de pesos para construir la plataforma digital, misma empresa que se adjudicó el sitio web de la Municipalidad de Maipú.

El problema es que el sistema de Maipú resultó ser altamente vulnerable,  lo cual generó distintas polémicas.

Durante el primer día de votación, el sistema permitía que cualquier persona pudiera votar solo con un rut válido. Debido a esto, muchas personas votaron con otras identidades, usando incluso el rut de figuras mediáticas como el «Negro» Piñera o el mismo Andrés Chadwick.

Cada vez que alguien usaba un rut, el sistema bloqueaba ese rut para ser usado una segunda vez. Esto produjo una serie de reclamos de personas que no pudieron votar, indicando que alguien votó por ellos.

Una vez denunciados estos problemas, la Municipalidad de Maipú echó pie atrás al plan original, y anunció que solo podrían votar los inscritos en el padrón electoral.

Esto aseguraba que solo pudieran votar los ciudadanos inscritos en Maipú, pero dejó afuera a todos los jóvenes de 16 a 18 años, tal como se había anunciado en un comienzo.  El problema que luego surgió es que algunos jóvenes menores de 18 años pudieron votar, mientras que otros no.

Se desconoce si finalmente los primeros votantes menores de 18 fueron excluidos o contados en la votación final.

Nada personal

Uno de los más críticos del sistema de votación ha sido Pablo Voillier, profesor de derecho en la Universidad Diego Portales  e integrante de  Derechos Digitales.

 

 

https://twitter.com/pabloviollier/status/1205532272688062465

Esto, pues por definición el voto debería tener algunas características básicas, como ser  universal, libre, igual, directo, personal y secreto.

El problema con el sistema de votación en Maipú es que se podía votar solo sabiendo el rut de alguien.  Dicho en simple, cualquiera podía votar por cualquiera. Esto pone en jaque que el sistema diera las garantías mínimas para que la votación fuera «personal» e intransferible.

Otro problema grave es la privacidad del voto, pues muchas personas asistieron personalmente, donde fueron ayudadas por personal municipal y votaron frente a ellos. Todo esto sin que existieran urnas cerradas que protegieran su privacidad.

A esto se suma el descubrimiento de códigos dentro del sitio que podían recoger preferencia de los votantes (sexo, ubicación, preferencias). Códigos que  el 99% de los votantes ni siquiera sabe que existen.

Esto sin contar la posibilidad de que durante las primeras horas pueda haber ocurrido algún aprovechamiento mayor, donde una persona con conocimientos avanzado pueda haber usado cientos de rut para votar a favor de una u otra opción (esto pues es sistema no contaba con sistema de captcha).

Por lo tanto, tenemos una votación de 106.000 personas, de las cuales no sabemos con exactitud si quienes votaron eran realmente quienes dijeron ser (recordar el caso del voto del «negro» Piñera). En segundo lugar, tampoco sabemos si la gente que votó pudo tener una influencia de parte de quienes los ayudaron.

Y tercer lugar, tenemos un sistema con posibles fallas que pudieron permitir vulneraciones o hackeos.

Aquí no se duda de la buena voluntad ni la buena fe de los funcionarios municipales, sino de la falta de precaución y agudeza para defender con firmeza mínimos principios del voto: ser secreto, ser personal.

Auditoría = validez

Los sistemas más avanzados de votación, como Helios  y otros a nivel mundial, permiten que los usuarios puedan auditar la votación de manera externa. Es decir, que personas entendidas puedan «echar» una mirada al código fuente y entender cómo funciona la máquina por dentro.

Y al igual como es posible dar vuelta una urna con votos en papel y contarlos, debería ser posible que al menos alguien echara una mirada a la  «caja negra» que hay detrás de un código de computación. Recordemos que Alemania declaró inconstitucional el voto electrónico justamente debido a esta razón el 2005.

En el caso de Maipú  y otras comunas, ¿cómo puede usted saber que los votos realmente fueron contados? ¿Cómo podemos saber que quienes votaron son realmente quienes dicen ser? ¿Quién puede asegurar estas cosas?

Y si la municipalidad luego eliminó a quiénes estaban en el padrón, ¿cómo supo quiénes eran sin acceder a la base de datos viva del sistema?

Desde esta tribuna, nos parece que hasta que no exista claridad sobre qué criterios y mecanismos se usaron durante el proceso, la votación pierde validez democrática.

Esto abre una pregunta para la municipalidad y la empresa a cargo del sistema sobre la «apertura» de sus códigos y procesos para ser analizados por entes independientes.

¿Estarán las condiciones para eso?

 

 

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