Este viernes se llevó a cabo la audiencia de formalización de Joaquín González Barra (22), autor del femicidio de Ari Salgado en Maipú, donde el tribunal finalmente determinó su prisión preventiva y 120 días de plazo para las indagatorias.
Con un rostro serio y su mano derecha lesionada, el imputado se presentó en la instancia tras llevar casi 3 días detenido, y comenzó a escuchar atentamente el relato entregado por los querellantes. El impactante dato inicial que menciona fiscalía, son las 114 heridas cortopunzantes que el imputado le habría propinado a la víctima en distintas partes del cuerpo, incluyendo el rostro.
Entre las 114, hubo cortes de una arteria carótida -principal suministro de sangre al cerebro-, además de las otras heridas realizadas en la zona toráxica anterior y posterior que lesionaron el pulmón derecho, dando así muerte a la víctima.
Lo que vino después no deja de ser menos relevante: el intento de ocultar el cuerpo y la evidencia, y la coartada de un portonazo.
De acuerdo con la cronología expuesta por el sujeto, él habría estado inicialmente con amistades en la zona costera, específicamente en Cartagena, desde donde viajó para encontrarse con Ari aquella noche y dirigirse al domicilio donde vivía con sus padres.
Una vez consumado el crimen en horas de la madrugada, metió el cuerpo de la joven a un saco de color verde que amarró y luego introdujo al interior de una maleta blanca, la que posteriormente ubicó debajo de una cama.
A eso de las 5:00 horas, se encontró en el primer piso con su progenitor y le mostró una herida cortopunzante en su mano derecha, indicando que había sufrido un intento de portonazo. En ese intertanto, no deja entrar a su padre a la habitación y este lo lleva a un recinto asistencial, donde sostuvo su versión.
Al retirarse, Joaquín se devolvió al domicilio, mientras que su padre se dirijió a su trabajo, al igual como lo hacían su madre y hermana, por lo que quedó el resto de la jornada solo en el inmueble. A eso de las 18:00 horas, llamó a su familia para indicarle que se había “mandado una cagada” y se devolvieron todos a la casa. La primera en llegar y escuchar la confesión fue su hermana.
“Fue en defensa propia, ella me agredió primero”, habría afirmado el imputado a su familia, explicando así la herida en la mano y descartando el supuesto portonazo que había señalado con anterioridad. Una vez que encuentran el cadáver, llaman a Carabineros e ingresan la denuncia por el femicidio.
Fiscalía relevó el hecho de que el imputado había tenido 8 horas para alterar el sitio del suceso, donde había evidentes muestras de haber intentado limpiar parte de los rastros de sangre y escondido junto con el cuerpo algunas sábanas y otros elementos.
La cuestionable legítima defensa
Con todo, el abogado defensor, Felipe Santander, expuso ante el tribunal el planteamiento de legítima defensa. Junto con asegurar que Ari habría sido quien comenzó la discusión, insistió en la versión del imputado donde apunta a que la joven lo agredió primero con un arma blanca, ante lo cuál él se habría defendido.
Tras estas declaraciones, cabe mencionar lo señalado por la parte querellante respecto de que el sujeto acusado como autor del femicidio mide 1.87 y pesa 115 kilos, fornido, mientras que la víctima medía 1.53 y pesaba 66 kilos. “La víctima estaba imposibilitada de defenderse. El imputado tuvo el control“, había ya afirmado el fiscal durante su intervención.
“La explicación que sostiene el imputado creemos que no es verosímil. La desproporción física y de fuerza entre las dos personas hacen la hipótesis totalmente descartable”, destacaron, así como también el hecho de que la cantidad y tipo de heridas daban cuenta de un actuar con ensañamiento.
La declaración de la defensa terminó poniendo sobre la mesa que González estaba colaborando con la investigación y que si bien habría sido un familiar quien realizó la denuncia, esta habría sido a petición del imputado, solicitando finalmente la medida cautelar de arresto domiciliario en lugar de prisión preventiva.
La jueza
Tras repasar los hechos expuestos por ambas partes, la magistrada Elizabeth Reinoso concluyó que la forma en la que el acusado había tratado de ocultar lo ocurrido, incluyendo la coartada de portonazo o asalto, mostraban una “frialdad” de su parte.
“Para el tribunal no cabe duda, como lo releva el señor fiscal, que el número de lesiones y los lugares donde fueron ejecutados dan cuenta de un actuar doloso del imputado, en un afán de menospreciar a quien era su pareja en ese minuto”, apuntó, mientras González negaba con la cabeza, en silencio.
“Respecto de la pretensión de la defensa de presentar una causal de justificación, no es posible hacerle oídos porque se estrella con la evidencia que se ha mostrado acá […] Lo cierto es que la dinámica de los hechos y las lesiones constatadas en la víctima no pueden ser entendidas sino cuando el imputado tenía su mano buena”, agregó la jueza, desestimando lo solicitado por la defensa y decretando la prisión preventiva.
En esa línea, Reinoso expuso: “Este tribunal está llamado a resolver con perspectiva de género […] Hay una situación de vulneración que se vio reflejado, de maltrato que se vio reflejado, mensajes de texto que conoció el tribunal donde se evidencia el desprecio absoluto que tenía esta persona por la víctima”, continuó, sentenciando que con todos los antecedentes expuestos este crimen se enmarcaba de forma inminnente en un caso de violencia de género.
El imputado arriesga desde 15 años de cárcel hasta cadena perpetua por el feminicidio de Ari Salgado.
Deja una respuesta