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Editorial: Sobre xenofobia, prejuicios y empatía

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En Maipú, nuestro diario informaba que el campamento “Fe y Esperanza”-ubicado en las Calles Vicente Reyes con Alberto Llona-había prendido  barricadas. Eran vecinas y vecinos que acusaban hambre y lentitud en las ayudas del Gobierno y municipio.

En la nota incluimos una entrevista a un vocero del campamento sumado a un reportaje fotográfico. El foco era mostrar lo que sucede en ese lugar.

 Tal como todas nuestras noticias, la subimos a redes sociales para incentivar el intercambio de ideas entre las y los  lectores de La Voz de Maipú.

Lo que leímos en Facebook nos sorprendió. Una ola de maipucinas y maipucinos le pedían a la gente del campamento que mejor se devolvieran a sus países, reclamaban que querían todo gratis y que venían a arrebatarle las oportunidades laborales. Entre comentario y comentario, se podía observar un grado de xenofobia que iba subiendo de calibre.

Porque si la gente reclama, y si los que reclaman son de un campamento, entonces deben ser extranjeros. Debe ser ese otro de color de piel distinta a la nuestra; esos que salieron de sus países y  que vienen a quitarnos nuestros derechos como chilenos.

Días antes nos llegaba desde Estados Unidos una  noticia relacionada con la indolencia y el desconocimiento. Un policía blanco cargaba todo el peso de su humanidad sobre una persona de de piel negra. Horas después sabríamos que se llamaba George Floyd, y que había fallecido, asesinado por un policía, y tres de sus compañeros que decidieron no intervenir. 

La muerte de Floyd encendió una mecha en el país del norte: protestas, desmanes, saqueos y enfrentamientos entre manifestantes y policías, colmaron los noticieros. Trump – siguiendo un libreto visto en otros lados- acusó una campaña orquestada del comunismo  y habló de enemigos poderosos. Al final respondió con fuerza y militares.

Y las redes sociales se volvieron a indignar. El caso repercutió a nivel mundial y miles de maipucinas y maipucinos adornaban sus fotos de perfil en Facebook con frases tales como “no puedo respirar”. O con la fotografía de George Floyd. 

Mientras tanto y sumado a esto, las redes sociales nuevamente  estallaron e hirvieron una vez más con una de las tantas declaraciones que, en el contexto de un crisis sanitaria, realizó el Ministro de Salud, Doctor Jaime Mañalich: 

“Hay un nivel de pobreza y hacinamiento del cual yo no tenía conciencia de la magnitud que tenía”, dijo en uno de los tantos matinales, que en medio de una cuarentena, encontraron en el nicho de mostrar pobreza, un buen salvavidas para mantener el rating.

Sus palabras desataron una tormenta perfecta. Desde RN algunos se mostraron incómodos y en la DC algunos hicieron declaraciones sorprendidos. De lo que queda del Frente Amplio, pidieron la salida inmediata del titular de salud. Al final del día, probablemente todos volvieron a sus casas en Vitacura, Providencia, Las Condes o Ñuñoa.

La gente de a pie, se volcó a sus celulares, manifestando la indolencia del Ministro y criticando con fuerza el no conocer la realidad del país. 

Las declaraciones de Mañalich y su desconocimiento comenzaban a quedar en el olvido y las protestas en USA ya no tenían las mismas imágenes de destrozos y desmanes. Por ello la TV y diarios nacionales, comenzaban a cambiar la pauta. A hablar de otros temas.

De vuelta a Maipú

Ese fuego que el día 5 de junio de 2020 se veía desde algunos sectores de la comuna, tenía que estar hecho por ellos, por los aprovechadores, por esos que quieren todo gratis.

Sin embargo, prejuicios y realidad siempre corren por carriles separados, ya que esos que quemaban cosas en una calle eran en su inmensa mayoría chilenos. Algunos de ellos hasta hace no mucho eran personas que vivían en casas normales como allegados en nuestra comuna.

Pero ¿depende de quién pida la ayuda para calibrar el nivel de nuestros comentarios? ¿Hay diferencias si es chileno o haitiano? 

 Esto debido múltiples comentarios del tipo: «tienen televisores de última generación y auto»,  «haitianos que vienen a quitar el trabajo», «campamentos de gente interesada», gente a la que le «dan todo gratis» a personas que «pasa llorando», entre muchos otros.

Tal vez el debate está en cuál es el rol del Estado para con la ciudadanía. En si se está cumpliendo o no el derecho a la vivienda, a la educación, al acceso al agua, etc.

 O en la distribución de nuestros propios recursos y cuánto reciben al mes los encargados de administrarlos y suministrarlos. 

Quizás la discusión está en el cuento que nos han vendido sobre el rol de la «meritocracia» o en el invento de una «clase media», que en realidad día a día tiene que luchar por llegar a fin de mes, que si es que uno de sus trabajadores queda sin pega todo se desploma, que no recibe ninguna ayuda estatal porque aparece en la parte superior de  registros sociales. 

¿Es normal que te esfuerces día a día para estar lleno de deudas? ¿Es normal salir de tu casa en Maipú a las 5-6 am para llegar a las 9-10 de la noche? 

¿ Por qué si el más necesitado recibe un apoyo estatal le tengo que exigir el mismo esfuerzo sobrehumano que hice yo para conseguirlo? ¿ No será mejor nivelar hacia arriba y apostar por un bien común?

Quizás estas protestas están ahí para mostrarnos el destino de cierta “clase media” que ante la menor crisis económica ve afectado su estilo de vida de un momento a otro.

Y mientras algunos aún conservan la foto de perfil criticando el racismo que se vive en USA, y otros siguen despotricando contra un Ministro que no conoce la realidad, en  suma, muchos siguen asociando colores de piel, a la desgracia que significa perderlo todo, o nunca haber tenido -si quiera- la oportunidad de conseguir algo. 

Mientras nos enchuchamos por un Ministro que no conoce la realidad del país, nosotros cerramos fuerte los ojos, para no conocer la realidad de los campamentos de nuestra comuna.

Sin embargo, no todo está perdido. En medio de posteos llenos de odio, desconocimiento y prejuicios, asoman algunos que han ido a trabajar al campamento “Fe y Esperanza”. Gente que entiende que de pronto es mejor ir, conocer, ayudar y luego opinar. 

Porque muchos de los que están ahí llevan años ahorrando en una libreta para obtener un subsidio. Muchos trabajan de manera informal en ferias, e incluso algunos en empresas trasnacionales que desconocen que el trabajador o trabajadora pasa frío en las noches de invierno.

Esas realidades se entienden cuando nos acercamos, para conocer las historias.  

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