“Yo cumplo 100 por ciento con la ley”, afirmó, una y otra vez, Piñera durante la entrevista dominical al programa Tolerancia Cero. Precisamente esa es la debilidad ética del ex mandatario. Los mercaderes de la esclavitud del siglo 18 también cumplieron plenamente con las leyes de su época.
El domingo en la noche el candidato derechista Sebastián Piñera afirmó, una y otra vez, que todo lo que ha hecho, todo el dinero que ha invertido, todas las designaciones políticas que realizó como presidente, se ajustaron a la ley chilena.
En el programa Tolerancia Cero de CNN Chile y Chilevisión, Piñera se vio incómodo ante las preguntas de los panelistas, rechinando sus dientes y mirando fijamente a los periodistas, como tratando de intimidarlos diciendo: “Esperen cuando vuelva a ser presidente”.
Una de sus frases favoritas fue “yo cumplo cien por ciento con la ley”, e incluso machacó en varias oportunidades que ha ido más allá de la legislación, al incorporar a su esposa Cecilia Morel y a sus hijos en el supuesto fideicomiso ciego que está montando. Pero, como siempre, el punto de referencia de Piñera es la ley vigente, y no la ética.
Si bien los periodistas del programa no cayeron en la trampa de la filosofía barata y el optimismo facilista del ex mandatario, les faltó enfrentar a Piñera con datos duros. Por desgracia, los panelistas del programa de TV no le preguntaron al ex Presidente acerca de la media docena de ministros y subsecretarios de su “gobierno de excelencia” que actualmente se encuentran formalizados por la justicia. Esos son hechos concretos que van más allá de opiniones encontradas. Tampoco le preguntaron acerca del hecho de que Sebastián Piñera ha sido uno de los actores económicos más sancionados en la historia financiera de Chile. Basta con leer el libro de Carlos Tromben, Crónica Secreta de la Economía Chilena, para darse cuenta de ello. Y no le preguntaron acerca del juicio por sobornos de LAN Chile que lleva adelante la justicia argentina, donde el propio Piñera tuvo que declarar.
El multimillonario inversionista, quien forjó su fortuna y carrera política estirando al máximo la estructura legal, insiste en que sus inversiones en los paraísos fiscales se ciñeron a las laxas leyes locales. La moralidad de uno de los hombres más ricos del país, quien pretende volver por segunda vez a La Moneda, está marcada por ese criterio, y no por la ética.
Mirando en menos, como lo suele hacer la derecha y una parte importante de la ex Concertación, Piñera ninguneó las demandas de los movimientos sociales. “La calle es siempre menos reflexiva, sólo reclama por su propios intereses”, afirmó. Pero nadie le preguntó acerca del sector empresarial, al cual pertenece, que hace exactamente lo mismo, sólo que tiene una llegada mucho mayor a los grandes medios de comunicación.
A estas alturas emerge de manera nítida el cuadro de que Sebastián Piñera representa los intereses de un sector socio-económico que se ha enriquecido enormemente durante las últimas décadas, la mayoría de las veces a costa del empleado común.
Sus frases de PowerPoint o de la publicidad al estilo de Té Club, reafirmando conceptos como “la esperanza en los chilenos” o la “confianza en el futuro”, suenan hoy más huecas que nunca.
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