Por primera vez en la historia reciente de Chile, una candidata comunista encabezará la carrera presidencial del oficialismo. Jeannette Jara no solo ganó la primaria con un aplastante 60 % de los votos, sino que lo hizo dejando atrás a dos rivales de peso: la socialdemócrata Carolina Tohá y el frenteamplista Gonzalo Winter. Pero más allá del resultado, lo que dejó esta jornada es un panorama electoral desafiante, fragmentado, y cargado de oportunidades para quienes logren leer estratégicamente el momento.
La paradoja del triunfo
La victoria de Jara fue clara, pero no necesariamente masiva. Participaron apenas 1,4 millones de personas, en un país con más de 13 millones de electores habilitados. La candidata se alza como una figura sólida en la interna oficialista, pero su legitimidad popular aún está por construirse. En ese sentido, esta elección anticipa una campaña donde la disputa no será solo entre candidaturas, sino también contra el ausentismo, el desencanto y la polarización afectiva que ha marcado los últimos ciclos.
Frente Amplio: de motor a vagón
Resulta especialmente revelador que el Frente Amplio no lograra consolidar una candidatura competitiva, aun contando con un “candidato natural” que, por razones todavía debatidas, optó por marginarse de la contienda. En 2021 fueron protagonistas. Hoy, apenas logran figurar en los márgenes. Su debilidad abre un dilema: ¿renovarse o replegarse? ¿Volver a las bases sociales o encerrarse en la gestión institucional? En este nuevo ciclo, la izquierda requerirá de nuevas articulaciones, y el FA está obligado a repensarse si quiere seguir siendo relevante.
Kast y Matthei: las derechas avanzan
Al otro lado, la carrera presidencial ya está en marcha. José Antonio Kast lidera las encuestas con una narrativa dura en seguridad, orden y conservadurismo moral. Evelyn Matthei representa una centroderecha más institucional, pero igualmente alineada con el malestar social. Ambos tienen arrastre, pero también generan resistencias. El campo está fértil para una elección definida por los «anti»: anti-comunismo, anti-fascismo, anti-sistema. En ese terreno, el riesgo es que la política se juegue más en el miedo que en los proyectos.
Moderación a la chilena
Pese a su militancia comunista, Jara ha sabido cultivar una imagen de responsabilidad y gestión. Su rol en la reducción de la jornada laboral, la reforma previsional y el alza del salario mínimo son credenciales de una izquierda institucional, pragmática y moderada. Esa es, posiblemente, su mejor carta: no representar una amenaza para las clases medias, sino una alternativa razonable para una ciudadanía cansada de promesas y de posiciones extremas.
Oportunidades para una izquierda sin mayorías
La izquierda chilena enfrenta hoy una encrucijada: no tiene mayoría parlamentaria, arrastra el desgaste del gobierno de Boric, y debe enfrentar una derecha revitalizada. Sin embargo, el escenario no es de clausura, sino de redefinición. ¿Qué puede hacer?
- Construir mayoría social antes que legislativa, priorizando una agenda acotada pero transformadora: seguridad con equidad, crecimiento con empleo digno, salud pública robusta.
- Articular alianzas amplias, incluso incómodas, con sectores de centro que estén dispuestos a frenar el avance de la ultraderecha.
- Reencantar desde el territorio, recuperando el despliegue en barrios, sindicatos, universidades y organizaciones sociales, más allá de la política institucional ¿basta con un municipalismo reducido?.
El voto ausente: el verdadero actor decisivo
Ninguna candidatura tiene el triunfo asegurado. Con más del 90 % del padrón fuera de la primaria, el ausentismo se vuelve el actor político más determinante. No es solo apatía: es desafección, falta de confianza, hartazgo. La izquierda tiene una oportunidad estratégica si logra interpelar a ese electorado desde una promesa concreta de bienestar, estabilidad y participación. No con eslóganes ideológicos, sino con compromisos tangibles que respondan a la vida cotidiana.
Una elección que puede redefinir el mapa político
La presidencial de noviembre no está escrita. Puede convertirse en un enfrentamiento polarizado entre comunismo y ultraderecha, o en una competencia abierta donde la moderación, la inclusión y la gobernabilidad ganen terreno. Todo dependerá de la capacidad de los sectores políticos para leer el momento y hablarle a una ciudadanía que ya no vota por lealtad, sino por convicción —o por miedo.
Para la izquierda, el desafío es mayúsculo. Pero también lo es la oportunidad: convertirse en una alternativa real, responsable y transformadora frente al desorden autoritario de la ultraderecha. Jara tiene ahora el primer turno en esta apuesta. Le corresponde demostrar si puede representar no solo a su partido, sino a la esperanza socialdemócrata, feminista, verde y popular de un país aún en busca de un nuevo pacto.
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