24 de octubre de 1974. 50 años han transcurrido desde que el Templo Votivo de Maipú fuera inaugurado y una de las obras más emblemáticas del arquitecto Juan Martínez embelleciera con su huella el surponiente de Santiago.
El Santuario Nacional fue un proyecto ganado en un concurso internacional de 1943 que buscó concretar la principal obra monumental concebida durante el gobierno de Bernardo O’Higgins, tras la Batalla de Maipú del 5 de abril 1818.
En un principio, el Templo Votivo de Juan Martínez fue una de sus obras menos conocidas y valoradas por el gremio de arquitectos. Esto se debía a que otras obras del autor mantenían igual o mayor resonancia y se habían ejecutado con mayor prontitud, tales como el edificio de la Escuela Militar de Las Condes, el edificio del Banco de Chile y los edificios de la Escuela de Derecho y Medicina de la Universidad de Chile.
Asimismo, el lugar de devoción mariana era representativo de una estética neoclásica, en retirada, y el nuevo expresionismo alemán. Esto significaba una hibridación entre dos corrientes de la arquitectura que vinculó el “Monumento” escultórico hacia el exterior y lo “Santuario” por dentro.
A continuación, se presenta un croquis a tinta del proyecto Templo Votivo de Maipú, que fue presentado en el Concurso Internacional de 1942:
Sumado a la anterior, la edificación representó un avance significativo en el progreso tecnológico nacional en el campo de la estructura y construcción de obras arquitectónicas. Para el autor, el Templo contaría con un amplio espacio para la celebración de ceremonias multitudinarias.
Este espacio fue conformado por una gran plaza al aire libre mediante una columnata triple que soportaba una cubierta. Su forma, simétrica en torno al eje de la avenida y el del edifico, seguía un recorrido elíptico.
Esta gran plaza constituyó la última etapa de una construcción que demoró, desde la colocación de la Primera Piedra el 16 de julio de 1944 a su inauguración el 24 de octubre de 1974, tres décadas.
Juan Martínez siempre demostró interés por la renovación de las técnicas constructivas, y si bien, para la década de los sesenta se encontraba retirado de la obra por motivos de salud, los arquitectos que lo sucedieron interpretaron fielmente la necesidad de reemplazar el sistema tradicional de construcción por uno prefabricado.
Fue llamado para este efecto el arquitecto Orestes Depetris, pionero de la prefabricación en Chile. Su contribución consistió en aplicar una tecnología nueva al servicio de una concepción formal que debía guardar armonía con el conjunto del que forma parte y respetar la voluntad expresiva del proyectista.
Sin embargo, la construcción del Santuario tomó el tiempo suficiente como para experimentar modificaciones. El Plan Regulador Comunal (PRC) de Maipú de 1965 (el primero de la comuna) incorporó un plan de mejoramiento urbano del casco central de la localidad.
En el marco de las preparaciones de la conmemoración de los 150 años de la Batalla de Maipú (5 de abril de 1968), el PRC concibió la demolición de la infraestructura de las casas adyacentes a la parroquia (que se encontraban en mal estado de conservación) y la construcción de una plaza parroquial (inaugurado bajo el nombre de “Monumento al Abrazo”).
Si bien el proyecto original no tenía contemplado conservar la antigua Parroquia La Victoria, por decisión del arquitecto Rodrigo Márquez fue transformada en vía procesional en 1974, permitiendo que sus muros de ladrillo se conserven hasta hoy. Esto implicó que la columnata con graderías hacia el oriente fuera suprimida. Indirectamente, lo que generó una ventaja. La totalidad del edificio puede ser percibido por el habitante a lo lejos, siguiendo el eje principal de la Avenida 5 de Abril.
La Planta Depetris se hizo cargo de las obras de ensamblaje y colocación de la parrilla de fierro en las columnatas de la gran plaza del Templo Votivo, como se puede apreciar en las siguientes imágenes:
En consecuencia, el pórtico empleó materiales y sistemas similares al usado en el edificio del Templo Votivo, es decir, amplio uso del hormigón armado y un sistema constructivo prefabricado.
Cada columna tiene una altura de 8 metros con un peso de 14 toneladas. Para los efectos del montaje, se prefabricaron dos piezas de 7 toneladas cada una herméticamente adosadas en unión vertical.
Para el arquitecto Rodrigo Márquez, que comentó esta obra en la revista AUCA de la Universidad de Chile en 1978, la ventaja de aplicar esta tecnología permitió que la obra se beneficiara de una mejor calidad debido a los hormigones y un menor plazo de ejecución (el ensamblaje de las columnas solo tomó 60 días). Los resultados: “textura pétrea que complementa dignamente la condición del templo”.
El Templo Votivo de Maipú puso a prueba la capacidad instalada del sector constructor del país. Tras treinta años de faenas de obras, el monumento logró ser inaugurado en 1974.
Así las cosas, el Santuario Nacional es la principal obra simbólica de la comuna de Maipú. Es el monumento de más larga data en Maipú si se considera su planificación en los albores de la Guerra de Independencia y los sucesivos intentos por cumplir la promesa de O’Higgins.
Desde que se construyera la parroquia en 1895 hasta la década de 1960, dicho espacio fue una frontera invisible entre el mundo urbano de la localidad y el mundo rural de los predios al poniente.
En ese entonces, la prensa nacional como El Mercurio y El Siglo destacaban una gran afluencia de santiaguinos, sobre las 30 mil almas, que visitaban el Templo para la festividad de la Virgen del Carmen del 16 de julio (registros de 1968 a 1972)
En la historia más reciente, el Templo Votivo continúa como una frontera urbana, delimitando las zonas de carácter comercial y servicios que componen la Plaza de Maipú y las zonas residenciales que se extienden hasta Quinto Poniente. En ese sentido, este espacio ha trazado toda la trayectoria del crecimiento comunal, tras su formación administrativa a finales del siglo XIX hasta constituirse como una parte pujante de la metrópoli de Santiago.
Por otro lado, el Templo Votivo acoge a uno de los museos de mayor prestigio en el país y posee la fortuna de contar con una cantidad significativa de maipucinos que promueven su historia. Algunos ya no están, como Raúl Téllez Yáñez, Camilo Montalbán Araneda y Guido Valenzuela. Pero otros, continúan vigentes, como Elías Beltrán Igor, Jaime Mallea Peñaloza y Claudio Jorquera Aceituno. Los padres de la patria pueden estar satisfechos con el trabajo empeñado.
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