El 17 de enero, Alice Saavedra emprendió un viaje a Parral para trabajar recolectando fruta. La pequeña casa que había logrado construir en la calle Ferrocarril junto a la línea del tren, le había servido de refugio poco después de que llegó a vivir en la calle, el año 2016. No tenía lujos, pero sí comodidades: un televisor, refrigerador, cama, un baño, techo y una ventana. Durante tres años, esa humilde construcción le había permitido vivir con dignidad y almacenar el alimento con el que preparaba los desayunos saludables que luego vendía en la Plaza de Maipú acompañada de dos carros que le habían costado un poco más de un millón de pesos cada uno.
Por eso, cuando emprendió su viaje, dejó que una vecina, también en situación de calle, ocupara temporalmente su hogar junto a su hija, y así podrían dormir tranquilas y cuidar las pertenencias de Alice. Sin embargo, estando en Parral, Alice dejó de recibir mensajes de su vecina. Aunque se empecinaba en escribirle para saber cómo estaba todo, quien debía cuidar sus pertenencias dejó de responder.
La incertidumbre comenzó a crecer en Alice, quien temía que le hubieran robado su casa y sus carros de alimento. Ambas cosas guardaban el fruto de su esfuerzo y la esperanza de recuperar a su hija de 14 años. El 28 de febrero Alice retornó a Santiago y no fue necesario ir a visitar su pequeño hogar. Un video que le enviaron por WhatsApp le mostró que sus carros habían sido robados y su casa destruida. Desde entonces, no ha vuelto a la calle Ferrocarril.
Muerte, quemaduras y calle
Alice Saavedra tiene seis hijos. Pudieron haber sido nueve, pero tres murieron antes de nacer. Cuando nació su última hija, hace casi 10 años, Alice ya era mayor, y al poco tiempo sufrió la pérdida de su segundo y último esposo, quien falleció. Urgida por las presuras económicas, la mujer se presentó como paramédico de profesión que es, en el Hospital Paula Jaraquemada para lograr trabajar ahí. Pero los horarios le impedían hacerse cargo de los cuidados de su pequeña hija.
Fue así como llegó a trabajar a un taller de zapatería artesanal. Rápidamente aprendió a “parar zapatos” (técnica para realizar las costuras del calzado) y le permitieron alojarse allí. También le daban la comida, pero eso significaba que debía cocinar para todos sus compañeros de trabajo, aunque de todas formas no se le hacía incómodo. Era una buena opción: mientras trabajaba, podía cuidar de su hija.
Pero una madrugada del 15 de marzo del 2013, Alice se levantó fastidiada por los constantes hostigamientos de una asistente social que la amenazaba con quitarle a su hija para entregarla al Sename debido a que vivían en ese taller. En ese contexto, tuvo un accidente doméstico donde sufrió la quemadura del 70 por ciento de su cuerpo.
Frente a esa situación, la mujer tomó a su hija y se fueron a vivir a una casa que sus padres le habían dejado como herencia, pero no era una decisión fácil, porque tenía problemas con su hermana. El mismo día que llegó a la casa, le cortó la luz y el agua.
Aún así, Alice vivió de esa manera junto a su hija por dos años. Se las arreglaba para conseguir agua mientras se recuperaba lentamente de las heridas en su cuerpo. Según relata, debió aprender a hablar y a caminar de nuevo.
Con mucho esfuerzo, Alice comenzó a trabajar haciendo escobillones, por los que le pagaban 600 pesos la unidad. Juntó suficiente dinero para pagar a un proyectista que resolviera realizar otro arranque de agua en la casa donde ella vivía. Cuando juntó el dinero, le pagó al proyectista, Aguas Andinas dio visto bueno y desde una iglesia mormona consiguió el apoyo en dinero que necesitaba. Alice tenía agua.
Ahora le faltaba la luz. Por ello, Alice comenzó a estudiar para lograr construir paneles fotovoltaicos y así instalar paneles solares y montar su taller de calzados ahí. Sin embargo, unos meses más tarde, su hermana declaró ante un juzgado que Alice tenía problemas de drogas y que habituaba a meter hombres a su casa. Pidió una medida cautelar que fue concedida y su hermana se quedó con su casa y con su hija y Alice se fue a vivir a la calle.
La lucha de Alice por recuperar a su hija
Alice llegó a Maipú el año 2017. Desde entonces, dice, el albergue de la comuna funciona de manera tan irregular que lo más seguro para las personas que no tienen hogar es vivir en la calle. Hace unos meses, la mujer recibió una llamada telefónica: era su hija menor. Se comunicaron brevemente debido a que su hija le comentó que vivía casi secuestrada en la casa de su tía, donde vive además con el hombre que intentó violar a Alice. “No la dejan ni siquiera ir al baño sola”, cuenta.
Por eso, la dura lucha de Alice es para poder recuperar su hija y su casa, sin la cual no puede acreditar que es capaz de mantener la vida de la pequeña de 14 años. Pero el camino ha sido difícil. Junto con el robo de los dos carros con los que trabajaba, Alice sufrió el robo de un millón de pesos, fruto de casi un año de ahorro y esfuerzo, a la salida del banco un día a las once de la mañana.
A pesar de eso y frente a todas las dificultades que ha sufrido, Alice no baja los brazos. Ella tiene fe y esperanza en que logrará salir de su situación y podrá recuperar a su hija. “He pasado frío. Hay veces que no he tenido qué comer. Dos hombres me violaron en Lo Prado. Me robaron todo lo que tenía, me hicieron retroceder cinco años en todo lo que había logrado para poder estar con mi hija, pero tengo esperanza”, dice Alice mientras sus ojos se llenan de lágrimas.
Hoy, Alice se dedica a vender varios productos. Uno de ellos, es una creación de artesanía hecha por ella que sirve para no tener que sujetar las mascarillas con las orejas. “Uno tiene que ingeniárselas para poder sobrevivir”, cuenta. Alice dice que, si bien nunca le ha gustado pedir, hoy sí necesita ayuda. La ayuda puede ser alimentos, carros de comida para poder trabajar, ofrecimientos laborales sobre lo que ella sabe hacer (paramédico, instaladora de paneles fotovoltaicos, laboratorista dental, masajista y paradora de zapatos), o asistencia jurídica para lograr recuperar su casa y a su hija.
Si deseas ayudar a Alice Saavedra, puedes contactar a La Voz de Maipú.
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