En el Hospital El Carmen de Maipú, al menos tres familias viven hoy las consecuencias de lo que califican como negligencia médica y violencia obstétrica. Sus relatos, respaldados por denuncias judiciales que se mantienen en curso, apuntan a un presunto patrón de desatención, omisiones en registros y falta de protocolos que habrían propiciado la muerte de recién nacidos.
Romina León, Nicol Aedo y Cris Campos no se conocían, pero sus historias las han unido en el dolor. En distintos momentos, pero bajo condiciones similares, vivieron pérdidas irreparables. Esta es la historia de sus casos, sus luchas por justicia y las preguntas aún siguen sin respuesta.
El caso de Amaro: “Me hicieron esperar demasiado”
Romina León y su pareja esperaban con ilusión la llegada de su primer hijo, Amaro, el 12 de julio de 2022. Durante todo el embarazo, asegura, los controles fueron normales y ningún profesional de salud le advirtió sobre riesgos o complicaciones, o la presencia de alguna enfermedad preexistente.
Sin embargo, horas antes del parto, cuando ya se preparaban para inducirlo con misoprostol, los exámenes arrojaron un diagnóstico inesperado: preeclampsia. A pesar de ello, los médicos aseguraron que el bebé estaba en buenas condiciones. “Me hicieron una ecografía para ver si Amaro venía bien y estaba todo perfecto. No tenía el cordón enredado, y me dijeron que la preeclampsia no afectaría el parto”.
Romina fue ingresada a la sala de preparto y pasó allí alrededor de seis horas, tras las indicaciones de la matrona. A las cuatro de la tarde comenzó el trabajo de parto, pero no fue hasta las diez de la noche que recibió atención activa por parte del equipo médico.
“Con mi pareja estábamos desesperados. Yo no daba más. La matrona sollo decía que todavía no estaba lista […] Yo escuchaba cómo nacían los otros bebés. Eso me llamó la atención porque yo no podía parir, me hicieron esperar mucho y me dejaron sola”, cuenta la afectada, agregando que le extraban las ausencias prolongadas de la matrona.
Amaro nació con asfixia neonatal, lo que derivó en parálisis cerebral infantil, daño pulmonar crónico, epilepsia y laringomalacia. Pasó 38 días internado en la unidad de neonatología. Entonces, una de las primeras señales de alerta se encendió al revisar la documentación médica: el nombre de la matrona que la acompañó durante el parto no aparecía en los registros. “La matrona que me atendió desapareció y llamó a otra para que me cosiera. Es el nombre de esa última el que figura en la epicrisis”, dice al respecto.
Mientras su bebé estaba en observación, Romina asistió a un taller para madres de recién nacidos hospitalizados, una experiencia que marcó un antes y un después.
”La mayoría de sus hijos eran prematuros, nadie había pasado lo que nosotros. Cuando me preguntaron a mí porqué estaba ahí, yo les dije que Amaro venía bien, les conté todo, y recuerdo que una TENS me interrumpe y dice: ‘sí, a la mamita del Amaro la hicieron esperar mucho’. Yo la miro y le preguntó si ella sabía lo que había pasado, y ella me responde: ‘sí, nosotros sabemos que con ustedes se cometió una injusticia super grande’. Ahí fue cuando yo quede mal, porque entonces entendí que todo el hospital sabía el error que cometieron”,
Pese a las profundas inquietudes, Romina y su pareja no presentaron una denuncia en ese momento por temor a represalias, y no contaban con los medios para trasladar a su hijo a otro centro médico.
“Era obvio que lo íbamos a seguir llevando a ese hospital porque era el más cercano y no somos personas de grandes recursos. Con todo lo que nos pasó quedamos sin ahorros, porque nosotros estábamos esperando la llegada de nuestro hijo pero no de la manera en que llegó. Entonces teníamos que sí o sí llevarlo a ese hospital”, señala al respecto.
Tras el alta, Amaro inició un largo proceso de rehabilitación en la Teletón. Pero el 4 de marzo de 2024, falleció por una «insuficiencia respiratoria» en el Hospital El Carmen, «un mal diagnóstico de pulmonía», insiste su madre.
La decisión de visibilizar su caso llegó al ver la historia de Nicol Aedo —otra madre cuyo hijo también falleció tras nacer en el Hospital El Carmen— en la televisión. “Sentí rabia. Amaro nació en julio y el hijo de Nicol en noviembre del mismo año. Ahí dije: lo voy a hacer público, le llegue a quien le llegue”.
Así nació la cuenta de TikTok @justicia.para.amaro, donde Romina sigue compartiendo recuerdos, videos y momentos junto a su hijo. “Hasta el día de hoy sigo subiendo cosas de él, cómo era, cuando íbamos a la Teletón, todo”.
La historia de Lucas: “Mi hijo venía sano”
Al igual que Romina León, Nicol Aedo vivió un embarazo sin complicaciones relevantes. El único aspecto que recuerda como fuera de lo habitual fue el aumento de peso. En ese entonces, ella y su familia se habían mudado recientemente a Maipú y no sabían a qué centro de salud acudir. El único recinto que conocían era el Hospital El Carmen, por lo que decidió asistir allí tras un día de fuertes dolores abdominales.
“Las contracciones eran muy dolorosas, comencé a sangrar y dejé de sentir a mi hijo moverse. El ginecólogo me dice que aún no estoy en trabajo de parto. Me hace una ecografía, ve un monitoreo sospechoso y es todo lo que me informa. Pero lo que más me recalca es que yo no pertenezco a ese hospital”, relata Aedo. Estaba aún inscrita en su antigua comuna de residencia.
Pese al evidente malestar y a la sospecha clínica, la hacen esperar en preparto con la advertencia de que, si no se dilataba lo suficiente, la derivarían a su hospital de origen. Pasadas tres horas, dos ginecólogos evalúan nuevamente su caso y determinan que se requiere una cesárea de urgencia. “Cuando nació Lucas, el médico me dijo: ‘Menos mal que nos apuramos en sacarlo, si no te lo hubiera sacado muerto’”.
Lucas nació el 27 de noviembre de 2022, y debido a las dificultades de su nacimiento estuvo internado en neonatología durante 6 días. “Aspiró mucho meconio porque como estaba con sufrimiento fetal. Se hizo dentro de mi guata (defecó) y se lo llevaron altiro para aspirarlo”, relata la mujer.
Ese mismo día, la situación empeora. Le informan que su hijo necesita ser intubado, pero Nicol, no puede verlo: al ingresar a neonatología, le realizan un test de COVID-19 —que resulta negativo— y otro de influenza, que da positivo. Por protocolo, le niegan el acceso. “No lo pude conocer. El único que podía verlo era el papá”.
Lucas fallece cinco días después, el 2 de diciembre. El acta de defunción indica como causas el sufrimiento fetal, la aspiración de meconio y la hipertensión pulmonar, según la madre. “Lucas sufrió, sus pulmones, su corazón. Agonizó todo el día, tuvo cuatro paros respiratorios. En el último, el médico nos pidió que no siguiéramos exigiendo más, que ya no podía. No lo desconectaron, dejaron que se fuera solito”.
Como forma de calmar su dolor y buscar respuesta a lo que sucedió, Aedo decide publicar su caso en las redes sociales donde ha logrado contactar a otras mamás que han vivido situaciones similares en el recinto. “Pasaron los días y mi pareja me dice que hay algo raro con la muerte de Lucas, que él venía sano. Algo no cuadraba así que se puso a investigar hasta que llegamos a la conclusión de que fue un error del hospital. Publico en las redes sociales todo lo que había pasado y la gente empezó a apoyar la idea de que había sido una negligencia médica”, afirma la mujer.
Poco después, decidieron interponer una denuncia ante la Policía de Investigaciones y comenzar una acción judicial. “Ahora estamos esperando el informe del Servicio Médico Legal. Llevamos dos años esperando. La única respuesta que nos dan es que hay un retraso a nivel nacional”, sentencia.
La lucha por salvar a Monserrat
Cris Campos llegó al Hospital El Carmen con un embarazo gemelar avanzado. Antonia y Monserrat. Pese a presentar agotamiento cervical y que una de sus hijas estaba en posición cefálica y la otra podálica —una combinación que implica alto riesgo y suele derivar en cesárea—, no fue hospitalizada. “No me quisieron hospitalizar pese a todo eso. Era evidente que no podía ser un parto normal. Una estaba de pie y la otra de cabeza. Los partos gemelares son cesáreas sí o sí, había muchos riesgos y ellos no tomaron ninguna precaución”, afirma.
Ambas nacieron por parto vaginal y fueron trasladadas a neonatología, donde se les administró oxígeno debido a una baja saturación. Al principio, Antonia evolucionó sin complicaciones, pero pronto Monserrat comenzó a presentar problemas. “Llegué un domingo a verlas y estaban todos los médicos sobre Monse. Apenas nos vieron, una doctora dio la orden de que nos sacaran. Nadie me dijo qué pasaba”, recuerda Cris.
Recién al día siguiente le mencionaron que esperaban una ecografía cerebral, ya que Monserrat había sufrido una apnea y existía preocupación por posibles secuelas. “Yo insistía en saber qué tenía mi hija. Finalmente, un médico me dijo: ‘El problema lo tienes tú, por eso nacieron así’. Fue un golpe. ¿Cómo podían decirme algo así si mis hijas venían bien?”, relata.
Antes de retirarse del hospital, le informaron que Monserrat tenía la bilirrubina elevada y que estaría dos días bajo fototerapia. Mientras Antonia ya estaba en casa, la salud de su hermana seguía empeorando. “Me avisaron que se había infectado, pero no sabían la causa. A las seis de la tarde lo único que sabíamos era que había sangre en sus heces. Nada más”.
Esa misma noche, cerca de las 21:00 horas, recibió una llamada urgente del hospital: debía autorizar una operación de emergencia por necrosis. “Nos dijeron que era grave y dimos la autorización. A las 3 o 4 de la mañana, tras la cirugía, nos explicaron que le habían sacado el apéndice y parte del colon por apendicitis y necrosis”.
El viernes, Monserrat estaba estable dentro de su gravedad. Pero al día siguiente, todo cambió. “La doctora que estaba ese sábado me dijo apenas me vio: ‘Recién llego al turno, después te doy información de tu hija’”.
A las 13:00, Campos volvió a casa. Su pareja se quedó en el hospital. “Me llamó a eso de las 14:30, diciéndome que me devolviera urgente. Monserrat estaba sangrando por los pulmones, la boca y el ano. Solo un milagro podía salvarla. Y el milagro no llegó”.
“Mi hija falleció por peritonitis, la misma doctora me lo dijo, tu hija no va a sobrevivir así que te la vamos a pasar para que te despidas de ella, para que ella se vaya con el calorcito de sus papás y ahí me la entregaron en los brazos. Monserrat soltó dos lágrimas y se fue de este mundo”, relata la madre aún con evidente dolor.
Vacíos legales, procesos lentos y dolor irreparable: el difícil camino hacia la justicia
Las historias de León, Lucas y Monserrat no solo comparten el profundo dolor de sus familias, sino también las eventuales negligencias denunciadas entre decisiones tardías y falta de información oportuna. En todos los casos, los padres sintieron que sus advertencias no fueron escuchadas y que los riesgos fueron minimizados hasta que ya era demasiado tarde.
Según comentan, estos tres casos han recibido ofertas de indemnización por parte del hospital para llegar a un acuerdo previo al juicio. Sin embargo, hasta el momento han declinado en estas ofertas y esperan llegar a juicio para buscar “justicia para sus hijos” y evitar “futuras víctimas”.
Sin embargo, este proceso es largo y muchas veces frustrante. Así lo explica Carolina González, de la Fundación OVO, quien acompaña a mujeres y familias víctimas de violencia obstétrica: “La respuesta generalmente es solo económica. Que le quiten el título a un médico es prácticamente imposible, y que sea suspendido es muy raro. Conocemos solo un caso en que se ordenó el retiro de funciones de un profesional, pero ya estaba jubilado cuando eso ocurrió”.
Desde el ámbito jurídico, la académica Ángela Arenas, de la Universidad Finis Terrae, señala que para iniciar acciones legales es clave contar con pruebas claras del daño sufrido, tanto por el neonato como por la madre. “Cuando hablamos de la muerte de un neonato, generalmente está asociada a un tipo de negligencia obstétrica. Son eventos ocurridos durante la gestación o el parto que no permitieron el nacimiento en condiciones adecuadas”.
Ambas expertas coinciden en que la legislación actual no contempla la figura de la violencia obstétrica como delito. No existe una ley que la defina, la sancione ni que establezca protocolos obligatorios para una atención digna del parto en los hospitales públicos y privados. Este vacío legal deja a muchas madres y recién nacidos en situación de vulnerabilidad.
Uno de los avances más relevantes ha sido el proyecto de Ley (Adriana), que establece derechos para mujeres gestantes, recién nacidos y pacientes en salud gineco-obstétrica, incluyendo la sanción explícita a la violencia obstétrica. Aprobada por la Comisión de Mujer y Equidad de Género de la Cámara, la iniciativa se encuentra actualmente detenida.
“La ley Adriana es importante para que la gente tenga el concepto para poder moverse sobre eso. Es importante también que el Ministerio de Salud saque una normativa de atención de parto, que han intentado sacar durante muchos años y que no se saca nunca porque en el ministerio las cosas no avanzan nunca”. enfatiza González.
La definición, de violencia ginecoobstetrica, que se encuentra en el artículo 3 del escrito señala que: “Se entenderá por violencia gineco- obstétrica todo maltrato o agresión psicológica, física o sexual, omisión o negación injustificada que suceda durante la atención de la gestación, preparto, parto, postparto, aborto, en las causales establecidas por la ley, y en el marco de la atención de la salud sexual y reproductiva de la mujer”.
El proyecto también entrega derechos explícitos al recién nacido, como el de ser tratado con dignidad y tener contacto piel con piel con la madre si su salud lo permite.
Frente a una experiencia de negligencia en el sistema público hoy, la abogada Arenas recuerda que la Ley 20.584 sobre Derechos y Deberes del Paciente permite acudir al Consejo de Defensa del Estado, donde se puede iniciar una mediación junto al equipo de salud para intentar llegar a un acuerdo. No obstante, advierte:
“Entendemos que, en casos graves por ejemplo cuando el neonato ha fallecido, ya no tienes como reparar eso. La reparación va a ser en un carácter patrimonial o psicológico para poder acompañar a estas familias pero evidentemente al niño no lo vas a devolver. Lamentablemente, ese error se tapa con tierra”.
González, por su parte, advierte sobre el impacto profundo que estos hechos pueden tener en la salud mental y reproductiva de las mujeres:
“La violencia obstétrica puede ser determinante en la vida de una paciente ya que, el vivir maltrato o una mala experiencia en su parto es capaz de decir que no quiere tener más hijos, de limitar su fecundidad”.
La versión del Hospital El Carmen
Consultado por La Voz de Maipú, el Hospital El Carmen entregó un comunicado fechado el 3 de junio de 2025 en el que aseguró que sus protocolos clínicos “son periódicamente actualizados” para garantizar una atención segura y de calidad para la comunidad de Maipú y Cerrillos.
Frente a la ocurrencia de eventos adversos, el recinto señala que estos son informados a través del sistema de reporte correspondiente y, según cada caso, derivados al Servicio de Salud, la Seremi y el Ministerio de Salud. Asimismo, destacan que toda atención debe cumplir con lo exigido por la Ley 20.584 sobre Derechos y Deberes de los Pacientes, asegurando que las usuarias reciben información clara y acompañamiento de una dupla psicosocial.
Finalmente, el hospital apuntó a que toda complicación inesperada durante o después del parto “será debida y oportunamente investigada”, reforzando su compromiso con la transparencia y la mejora continua.
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