Sería injusto reducir los orígenes de nuestra querida comuna a la Batalla de Maipú o permitir que su identidad quede únicamente definida por ese episodio. Maipú es mucho más que eso. Su historia se remonta a tiempos en que los conquistadores aún no ponían un pie en nuestra geografía, cuando este territorio ya formaba parte del amanecer de Chile.
Sin embargo, es innegable que Maipú emerge entre el humo de la batalla, y ese hecho ha marcado profundamente su identidad histórica. La comuna es el resultado de grandes sacrificios, desde la familia Gutiérrez de Espejo hasta la figura de Fernando Errázuriz Aldunate, político de renombre ligado a momentos clave de nuestra historia patria.
En sus inicios, Maipú se configuraba a partir de las haciendas de El Bajo, Lo Espejo y Los Llanos de Lepe, cuyos terrenos hoy comprenden sectores como Olimpo, Rinconada, Los Pajaritos, Tres Poniente, entre otros. Es asombroso pensar que fue precisamente en El Bajo y Lo Espejo donde se definió la batalla y, metros más o metros menos, se llevó a cabo el histórico Abrazo de Maipú entre dos grandes próceres latinoamericanos.
Pero como decíamos, reducir Maipú al heroico enfrentamiento de 1818 no hace justicia al caudal de historias que se ocultan bajo las aguas quietas del recuerdo. Maipú es más que su batalla. Es el Cementerio Parroquial, donde descansan quienes forjaron la comuna. Es el legado de quienes, sin aparecer en los libros de historia, dejaron una huella imborrable: el profesor Saavedra, Mario Ortiz, Hernán Bravo Cruz, Elena Revuelta, y muchos otros a quienes debemos parte de nuestra identidad comunal.
Cuando Maipú se constituyó oficialmente como comuna, su historia ya estaba en marcha. Ya había transitado un largo camino de crecimiento y transformación. Intentar abarcar en unas pocas líneas todas sus historias sería un esfuerzo pretencioso, pues su evolución ha sido compleja y fascinante. Hoy, con más de medio millón de habitantes, Maipú sigue creciendo y cambiando, pero su memoria sigue viva en cada rincón.
Al caminar por sus calles antiguas, desgastadas por el tiempo, recordemos el esfuerzo de don José Luis Infante Larraín, el alcalde más visionario que ha tenido la comuna. Paradójicamente conservador, pero progresista en su actuar, dejó una huella imborrable al impulsar obras esenciales como la Piscina Municipal, el primer liceo municipal de Chile y, sobre todo, la creación del Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (SMAPA). Solo por esto último, su legado merece ser recordado con la estatura de un prohombre.

Esta crónica no pretende seguir los cánones de la historiografía académica, lo que quizás me exponga ante los guardianes del método histórico. Pero mi intención es otra: quiero contar la historia desde la vivencia, como un testimonio directo de quienes han nacido, crecido y construido su vida en Maipú. No se trata solo de hechos, sino de emociones, recuerdos y experiencias compartidas.
Maipú es también sus arboledas, aquellas que la regidora Inés Riesco Llona plantó generosamente, creando un corredor de sombra y aventura para quienes viajábamos desde Las Rejas hacia Pajaritos. Para muchos, ese trayecto era más que un simple viaje: era el inicio de una pequeña gran odisea cotidiana.
Maipú nos ofrece un sinfín de relatos, anécdotas y leyendas que queremos compartir. Queremos traspasarles las emociones intensas que nos dejaron la niñez y la adolescencia en esta comuna. Son historias que han pasado de mano en mano, que el tiempo no ha podido sofocar. Historias que no le pertenecen a nadie, pero son de todos.
Maipú tiene mucho que contar. Permítannos ser la voz de su memoria y su patrimonio. Queremos, con unas pocas palabras, transportarlos a ese espacio de la vida que, sin duda, nadie quiere olvidar.

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