No cabe duda de que Maipú tiene muchas historias que contar. La memoria del tiempo no ha logrado arrasar, con su vendaval de progreso y desarrollo, los recuerdos que siguen vivos en la identidad comunal. Relatos, aventuras y anécdotas han enriquecido el acervo cultural que, de una u otra manera hoy, en un acto de resistencia, se niega a olvidar su pasado. Cada cierto tiempo, hay quienes se atreven a contarlo y a narrar esos retazos que el tiempo ha dejado atrás, pero que seguimos apreciando profundamente. Porque han contribuido a formar lo que esta comuna es hoy.
Cualquiera que estudie a fondo el desarrollo de Maipú podrá establecer, de inmediato, la íntima relación entre el agua y su crecimiento, tanto demográfico como industrial. El agua ha sido un factor determinante en la transformación rural de la comuna. En tiempos de la colonia, Maipú era un partido agrícola y pasó a convertirse en un pujante foco de actividad productiva.
Entre los años 1920 y 1942, existió un sistema incipiente de agua potable de carácter mixto, administrado por Aguas de Santiago, cuyo eje principal se ubicaba en el sector de Pajaritos. Precisamente allí se construyó la primera copa de agua, en la intersección de las avenidas Pajaritos y Chile. El pozo tenía apenas 50 metros de profundidad y el agua era impulsada por un viejo tractor, instalado en una sala de máquinas. Esta rudimentaria red abastecía, de forma precaria, a los habitantes de ese entonces. Claramente, no era suficiente para el consumo local, ya que proveía solo 200 metros cúbicos diarios y funcionaba apenas durante tres horas al día. Hasta allí acudían nuestros antepasados con baldes y viejos tiestos, a buscar el agua que daba vida a sus hogares.
Recuerdo claramente, cuando era niño, cómo la micro que nos traía desde el centro de Santiago se internaba en una frondosa arboleda de Pajaritos. De pronto, aparecía ante nosotros esa inmensa edificación, que nos parecía interminable. Era la copa de agua, majestuosa y silenciosa, testigo mudo de un pasado imborrable, y aún más, de una mente visionaria que supo mirar hacia el futuro, comprendiendo cuán determinante era este recurso para el desarrollo comunal.
Es justo reconocer el trabajo de don José Luis Infante Larraín, a quien probablemente no se le ha concedido aún el reconocimiento histórico que merece. Gracias a su gestión, en el año 1950 se firmó el decreto que traspasó la administración del agua a la comuna de Maipú. Este decreto fue firmado, de puño y letra, por el presidente Gabriel González Videla.
El ímpetu modernizador de Infante Larraín fue tal, que en 1951 se construyeron nuevos pozos y copas de agua. Uno en la planta de Cerrillos, y otro en el sector de Pajaritos, como ya se mencionó. A este esfuerzo se sumó un tercer pozo en San José de Chuchunco. Ya en 1953, Infante Larraín propuso también fabricar, con recursos municipales, tubos de cemento para canalizar el agua potable. Una fecha de feliz memoria para los maipucinos fue el 12 de mayo de 1953, cuando se promulgó el Reglamento de Servicios Municipales de Agua Potable y Alcantarillado dando inicio a la gestión de SMAPA.
Maipú seguía creciendo, y era necesario abastecer de agua a las villas y poblaciones que surgían por toda la comuna. Esto obligó a la municipalidad a construir nuevas copas de agua, para proveer de este vital elemento a quienes echaban raíces en esta tierra de esfuerzo y esperanza.
Hoy, las copas de agua están distribuidas entre tres importantes comunas de la Región Metropolitana: Maipú, Cerrillos y Estación Central. Son el testimonio material de la importancia de una adecuada distribución del agua, y forman parte esencial de la historia local. Se alzan imponentes en cada villa o población, como parte del paisaje natural de nuestra querida comuna.

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