En Maipú, donde las calles guardan memorias de gloria y esfuerzo, hay un hombre que camina silenciosamente entre nosotros: Martín Vargas Fuentes. El ídolo del boxeo chileno, aquel que hizo vibrar a todo un país en las décadas de 1970 y 1980, no es un recuerdo lejano ni una estatua olvidada.
Sigue aquí, caminando como uno más entre los vecinos. No hace falta buscarlo en monumentos ni en libros de historia: basta recorrer una plaza, cruzar una calle o detenerse en una esquina cualquiera para encontrar su silueta humilde, su sonrisa abierta, su legado vivo. Sin ir más lejos, alguna vez coincidí con él en un colectivo, compartiendo ese trayecto breve que, para mí, fue como viajar junto a una leyenda.
Aunque Martín nació en Osorno, fue en Maipú donde echó raíces profundas. Aquí construyó su segunda vida, lejos de los cuadriláteros internacionales, pero más cerca que nunca del corazón popular. En esta comuna, no solo encontró un hogar: encontró una comunidad que reconoce en él el valor del esfuerzo, la perseverancia y la dignidad que no se desgasta con los años.

Como si la vida quisiera probarlo una vez más, en 2024 Martín fue atropellado gravemente en Maipú. “Volé como 20 metros”, declaró con crudeza. Estuvo hospitalizado, con lesiones múltiples. Muchos temieron lo peor. Pero fiel a su estilo, volvió a levantarse. Con dolor, sí. Con esfuerzo, también. Pero volvió. A caminar. A sonreír. A enseñar. Porque Vargas no solo sabe lo que es caer: sabe, sobre todo, cómo se vuelve a estar de pie.
Durante más de dos décadas, enseñó boxeo a niños, niñas y jóvenes en talleres municipales. A fines del mismo 2024, un golpe inesperado remeció a su gente: fue desvinculado de su labor como monitor deportivo. La noticia dolió, no solo por la forma en que se le notificó, sino porque parecía una falta de memoria con quien tanto le ha dado a Chile y a esta comuna. Sin embargo, la comunidad respondió. El cariño popular hizo ruido y logró lo que pocas veces se ve: el campeón fue reintegrado. Y volvió a su lugar, al gimnasio que lleva su nombre, donde sigue formando a nuevas generaciones.
En tiempos en que los héroes parecen lejanos y las historias verdaderas escasean, Maipú tiene el privilegio de contar con uno que está vivo, que lucha y que sigue inspirando. Preservar su legado, reconocerlo en vida y aprender de su ejemplo es parte esencial de construir un patrimonio que no solo mire hacia atrás, sino que ilumine el presente y el futuro de nuestra comuna.
Martín Vargas no solo es un campeón del boxeo: es un campeón de la vida. Y Maipú, su hogar, late un poco más fuerte cada vez que su historia se recuerda.

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