Chile está cansado, pero no vencido. Agotado por la inseguridad, por las listas de espera interminables, por una salud mental invisibilizada, por una inclusión que aún no llega para las personas mayores ni con discapacidad. Pero también es un país que sigue creyendo. Que sigue esperando respuestas. Que quiere vivir con dignidad, con paz, con sentido de comunidad.
Este domingo 29 de junio tenemos una oportunidad crucial: ir a votar en las primarias del oficialismo no es solo elegir una candidatura, es marcar una hoja de ruta sobre el tipo de liderazgo que necesitamos y el país que queremos construir.
Uno de los temas más urgentes es la seguridad. No se trata de negarla ni de explotarla políticamente. Se trata de abordarla con valentía y con soluciones concretas. Recuperar espacios públicos, mejorar la presencia territorial del Estado, coordinar inteligentemente con las policías, prevenir el delito desde la base, y sobre todo, dar oportunidades a los jóvenes antes de que el narco lo haga. La seguridad se construye con firmeza, pero también con humanidad.
A eso se suma una crisis silenciosa: la salud mental. La ansiedad, la tristeza, el estrés, las heridas invisibles no aparecen en los noticieros, pero están en cada casa. Necesitamos un sistema que acompañe, que no medique por inercia, que priorice la prevención y el acceso oportuno, sin importar el lugar donde se viva ni el dinero que se tenga.
Y junto a ello, está la salud pública en general, que duele. Duele ver a nuestros adultos mayores esperando meses por una atención, a madres desesperadas por conseguir horas para sus hijos, a familias enteras atrapadas en la burocracia. El sistema necesita reformas profundas, pero también gestión, eficiencia, empatía.
No podemos hablar de un país justo si no abordamos la inclusión social como prioridad. Las personas con discapacidad no pueden seguir siendo excluidas de lo más básico: educación, empleo, transporte, participación. Nuestros adultos mayores merecen envejecer con dignidad, con espacios de cuidado, con participación activa, no como una carga, sino como la riqueza viva de nuestra historia.
Las elecciones del 29 de junio no resuelven todo, pero son un primer paso. Son la señal de que la ciudadanía sigue creyendo en la democracia como herramienta de transformación. Que quiere líderes conectados con la realidad, con el dolor, pero también con la esperanza.
Ir a votar este domingo es un acto de amor por Chile. Por ese Chile que puede ser mejor, si nos comprometemos, si participamos, si levantamos la voz con fuerza, pero también con propuestas.
Hoy más que nunca, necesitamos un liderazgo que combine realismo con justicia, firmeza con sensibilidad, eficiencia con humanidad.
No dejemos que decidan por nosotros. Este 29 de junio, vamos a votar con esperanza, con convicción, con la certeza de que sí se puede construir un país más seguro, más justo y más humano.
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