El otro mundo en Grindr: La aplicación de encuentros que también se utiliza para servicios sexuales

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grindr portada

Ariel (24) y Jacinta (22) son de Maipú, pero no es lo único que tienen en común: Ambos llegaron a la aplicación Grindr para ofrecer servicios sexuales. Saben los riesgos que existen detrás, pero el dinero rápido y la discreción que permite son un atractivo que estos dos maipucinos y otros cientos de usuarios que se dedican a ello no quieren dejar de aprovechar.

*Los nombres fueron cambiados para resguardar el anonimato de las fuentes*

Grindr es una aplicación de citas en línea destinada originalmente a hombres gays y bisexuales, que permite localizar y comunicarse con personas que están en un rango cercano, mostrando en forma de mosaico las fotografías de los usuarios.

Su lanzamiento fue en 2009, pero desde hace varios años se ha utilizado paralelamente con otros fines, como la venta ilegal de drogas y alcohol. Asimismo, en el último tiempo, Grindr también se ha transformado en una plataforma para entregar servicios sexuales, que puede abarcar desde contenido digital hasta un encuentro presencial entre una o más personas.

El primer acercamiento a Grindr

En el caso de Ariel, según su relato, comenzó a interesarse por la aplicación cuando era un niño, y ya en su adolescencia, entre los 14 y 15 años «estaba en todo”, asegura. Él conoció la App derechamente “porque quería sexo, no marihuana u otras drogas que ahora se venden mucho ahí”.

Ariel nos cuenta su historia relajado y sentado sobre su cama junto a su amiga Carmen, quien también alguna vez entró a Grindr para ofrecer sexo a cambio de dinero. “Fue bacán encontrar esta plataforma que te lleva el sexo al celular. Al principio yo era calientasopas porque me daba nervio, hasta que me atreví”, comenta Carmen.

Ninguno de los dos tenía la intención de recibir dinero u otra cosa a cambio de lo que buscaban, sin embargo, cuando notaron que podrían monetizar con el sexo, no les dejó de llamar la atención.

“La primera vez que me junté con alguien yo tenía mucho miedo”, asegura Ariel, añadiendo que todo resultó bien. “No me pagaba directamente, pero a veces me faltaba plata para algo y me pasaba. Por ejemplo, me ayudaba para comprarme un celu o entradas a algún concierto”.

Carmen, por su parte, recuerda que la primera vez que le pagaron fue con alguien a quien le habló y le ofreció el dinero. “Le pregunté cuánto y lo encontré poco así que le dije que no, pero al final subió la oferta y acepté”, comenta, admitiendo haber estado muy nerviosa, y solo participó de esta actividad un tiempo.

En un inicio, Ariel no comentaba mucho la situación entre sus amigos y amigas. “A veces igual te miraban como puta y empezaban con esto de que te podías pegar el VIH, por ejemplo”, señala el joven.

Cuando le preguntamos si realmente lo hacía por alguna necesidad económica, el joven aseguró que no necesariamente. “Uno a veces está aburrido no más y la plata es un elemento más. Igual, creo que no se puede ocupar con todos porque yo, por ejemplo, no pago por sexo, aunque en algún momento seguramente pagaré porque voy a tener una edad en la que no voy a ser tan atractivo para ciertos cabros”, expresó.

En el caso de Jacinta, sus primeros pasos en la plataforma fueron muy distintos. “Yo conocí la aplicación porque quería comprar marihuana. Eso fue como por el 2017, y en 2019 la empecé a usar con fines más sexuales”, explica la chica, que también está sobre su cama, pero intentando ser discreta porque su familia está en la casa. No quiere que la escuchen.

“Apenas te metes a Grindr tú cachas que es una app muy sexual, y me di cuenta de que, a pesar de que estaba pensada para gays, muchos hombres me hablaban preguntándome si era mujer y esas cosas”, cuenta la joven.

En 2019, Jacinta piensa que tuvo “un despertar sexual”, donde comenzó a aceptar más su cuerpo. “La forma de manifestarlo para mí fue hablando con gente que me hiciera como subir el líbido, y como yo ya sabía que esta aplicación se daba para eso lo que hice fue cambiar mi nombre de ‘busco mota’ a ‘soy mujer’”.

No pasó mucho tiempo y los mensajes comenzaron a llegar a su celular. “Hola, ¿cómo estás?; Hola, ¿tienes lugar?; Hola, ¿estás disponible?”. Jacinta relata que de a poco comenzó a responder los mensajes de “los perfiles que me tincaban, me fijaba en que tuvieran foto o algo así”.

De a poco, algunas conversaciones subían de tono y comenzó a intercambiar mensajes sexuales, y luego fotos del mismo contenido. “Ahí empecé a cachar que me sentía bien, como que sentía esa necesidad de sentirme deseada o linda y en Grindr todo el rato me decían ese tipo de cosas”.  

Al principio, Jacinta disfrutaba únicamente la virtualidad y no buscaba juntarse con alguien, pero un día, en una conversación con amigos, se dio cuenta de que ellos concretaban encuentros, y no solo eso, sino que además recibían dinero a cambio.

“Al principio me chocó, pero después lo pensé y si a una amiga le pagaron por hacer algo que yo haría gratis, podría cobrar también”. Jacinta no necesitaba la plata, pero le llamaba la atención la experiencia y sentía que el dinero no le caería mal tampoco, ya que a veces “andaba media corta”.

“La primera vez que me junté con alguien no fue por plata, fue así no más. Él no tenía condón, menos mal yo sí”, cuenta la chica, añadiendo que cuando llegó a su casa y concientizó, se sintió usada.

La segunda vez sí hubo dinero de por medio. “Ahí no me sentí usada porque como él estaba pagando porque yo hiciera todo lo que él quisiera, yo ya estaba dispuesta a eso. A pesar de que él estaba pagando por mí entonces igual yo era como un objeto”, señala la chica.

Permanencia en la aplicación

“Yo no lo hago ahora porque estoy pololeando, pero eventualmente sí lo volvería a hacer”, admite Jacinta.

“Yo lo sigo usando harto, a veces pienso que es una enfermedad”, afirma Ariel entre risas. De hecho, si bien ahora el joven no tiene pareja, cuando la tuvo, confiesa que de todas formas concretaba los encuentros.

Ambos saben los riesgos que existen detrás de una plataforma como Grindr, pero no ha sido impedimento para que quieran seguir ofreciendo servicios sexuales en la app.

«Nunca dimensiones la gravedad de peligro que trae el juntarse con una persona por Grindr. Yo también ahí conozco personas que le han robado el teléfono, no sé, a un amigo lo amarraron y le robaron todo», relata Ariel.

Sin embargo, explica muy seguro que poco a poco cada persona va entendiendo cómo funciona el mundo de la aplicación. «Uno sabe que la otra persona está en las mismas que tú, caliente. Hay riesgos pero la mayoría quiere sexo y sería».

Jacinta, por su parte, sabe que «siendo mujer existen muchos más riesgos. La mujer siempre tiene más miedo de que te vayan a violar a raptar o matar». Pero al igual que Ariel, concluye que «debe ser una persona que está caliente no más y era».

Desde la voz experta

Para analizar un poco el fenómeno que se genera en esta red social, Brayan Roa, profesional de Psicología de la Universidad Central, profundizó con LVDM, confirmando que se trata de un escenario que se ha visto aumentado en pandemia, donde en medio de las restricciones de movilidad, tener un amplio rango de ofertas dentro de un kilómetro tanto para drogas como para servicios sexuales a través de la aplicación resultaba bastante atractivo.

De acuerdo con lo que menciona Roa, tal como se relataba a través de los testimonios, la motivación para entrar a este mundo está relacionada con lo económico -algo no menor si se analiza también con el contexto de pandemia- y lo discreto que resulta Grindr.

«En realidad, eso genera una falsa seguridad para el trabajador y para el consumidor. Me refiero a que su identidad no va a ser revelada y va a ser algo de mutuo acuerdo», comenta la voz experta.

«Grindr se está usando como especie de catálogo que permite tener gran variedad de ofertas a corto plazo, inmediatas. Esto hace mucho más atractivo que la gente quiera consumir esto, ya que es una especie de mercado negro», agrega, mencionando que el atractivo del negocio también viene de dos cosas «adictivas» para el ser humano: la adrenalina y satisfacer necesidades de manera inmediata.

«Esto libera mucha más dopamina, lo que genera que sí o sí asociemos la instancia de estar en Grindr a una instancia placentera y queramos volver a ella. Por lo mismo, todos los riesgos pasan a segundo plano porque le factor psicológico y emocional es mucho mayor. A las personas muchas veces les gusta vivir al límite», cierra al respecto.

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