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Delincuencia e inseguridad, el arte de gobernar vendiendo humo

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el arte de vender humo

Esta semana estuvo marcada por el tema de la delincuencia en nuestra comuna. 

Si alguna vez alguien creyó que se podía terminar con la delincuencia para siempre, esa persona probablemente votó por el primer gobierno de Sebastián Piñera.

Pero ese alguien no estuvo solo; lo acompañaron 3 millones y medio de chilenos, muchos inspirados en una campaña que prometía algo que ni siquiera Jesucristo pudo hacer: acabar con la delincuencia.

Vale la pena recordar la frase de campaña de Piñera:
DELINCUENTES, SE LES ACABÓ LA FIESTA

La promesa era que una vez llegado al gobierno, se le ponía una tranca a la puerta giratoria y llegaba la mano dura. Fue tanta la paranoia que hasta se supo del caso de un delincuente que se entregó antes de tiempo para evitar ser encontrado bajo el nuevo gobierno.

Comunicacionalmente, fue una operación impecable pero -al igual que su ejecutor- de brazos cortos.

En la práctica, fue un fracaso.

10 años después NADIE en su sano juicio se atrevería a prometer una burrada de ese calibre. 

Incluso es más. Se acepta transversalmente desde Chile Vamos al Frente Amplio que la delincuencia nunca se termina, sino que cambia de lugar. Esta última idea es frase textual de una encargada territorial en su visita a una junta de vecinos en Maipú. 

El otro día un joven dirigente intentaba convencer a otro más viejo que poner “alarmas comunitarias” por sí solo no resuelve el problema.  En efecto, la alarmas son una excelente alternativa para conectar a los vecinos de un pasaje, y de esta manera estar vigilantes y -sobre todo- salir a ayudarse en caso de problemas. 

Pero por sí mismas no solucionan el problema. Pues si no hay cohesión social, solidaridad o interés, por mucho que suene la alarma nadie saldrá en ayuda de un vecino al que ni siquiera conoce.

En efecto, el “cosismo”, es decir la obsesión por innovar trayendo vistosos aparatos con la promesa de solucionar problemas apretando un botón es un sello de esta alcaldía, influenciado claramente por el estilo de Joaquín Lavín,  padre y suegro. 

Si no nos cree, dese una vuelta por la Plaza de Maipú y compruebe la utilidad de los famosos “postes inteligentes”, que de inteligentes a esta altura sólo parecen tener la oportunidad del negocio que significaron para quienes los vendieron.

Esto lo saben los vecinos de La Farfana, quienes -en conversa con La Voz- recordaron cómo las “alarmas comunitarias” fueron uno de los principales caballitos de batalla de la entonces candidata, Cathy Carolina Barriga Guerra, quien consiguió una de sus primeras base de apoyo en La Farfana cuando era vecina del sector.

El primer apoyo lo recibió en la Unión Comunal Nº2, de mano de Isabel Fuentes y su esposo Fernando Carrasco, este último presidente de Renovación Nacional Maipú.  Irónicamente, los históricos dirigentes fueron desalojados esta semana desde la misma sede donde alguna vez abrieron la puerta a unos jóvenes Joaquín Lavín y Cathy Barriga. . 

El destino quiso que unos años después, la alcaldía los castigara quitándoles la sede, lo que llevó a ambas partes a tribunales; pese a ganar el juicio, los dirigentes fueron trasladados ejemplificadoramente desde el centro de Maipú a la Farfana, un duro golpe cuyos detalles La Voz publicará pronto en exclusiva.  

En conversación con Isabel y Fernando (ambos dirigentes abiertamente de derecha), llegamos a la conclusión que su pecado original de ellos fue negarse a rendir pleitesía a la figura de la alcaldesa. 

Pero volvamos la Farfana. 

En La Voz somos conscientes que el caso de Villa Santa María no es el único ni tampoco el más grave. Pero ha servido como modelo para poder analizar las cosas que no se están haciendo bien. 

La anterior administración prometió un retén que nunca llegó; la actual administración presentó una comisaría que nadie sabe cuándo se construirá.

Finalmente, los vecinos son ignorados sistemáticamente ante la falta de una autoridad política con el temple necesario para hacerse presente y enfrentar la molestia de los vecinos.

Ser autoridad política de una comuna no es solo recibir aplausos o sumar seguidores en redes sociales, también hay que dar la cara por las cosas que no funcionan bien, cuestión que ocurre la mayoría de las veces. 

Incluso más grave que los errores es la falta de rostro que dé la cara, alguien que esté dispuesto a escuchar la molestia de vecinos sin filtros.

Una frase se repite en varias de las entrevistas a dirigentes sociales en estos meses: no se puede contactar a la alcaldesa.

Lo dicen los vecinos de El Abrazo, lo confirman la gente de la Villa Santa María;  también se oye en el plano deportivo y en el ámbito folclórico.  Cuesta llegar a la alcaldesa, incluso usando Ley de Lobby o enviándole mensajes a su cuenta de Instagram.

La alcaldesa está cada vez más aislada, rodeada de un reducto de incondicionales, un séquito de funcionarios que por miedo, o simple conveniencia, tienden a asentir y temen molestar con un “no” a la alcaldesa.

Pero el problema con los súbditos sin opinión es que no son capaces de decirle a su rey -o su reina- cuando se pasea desnudo por las calles.

Si pudiéramos dar un consejo amistoso a esta administración sería este: abrir las puertas de la alcaldía a los dirigentes, son ellos quienes por años han liderado la causas sociales en sus sectores, siendo el nexo por excelencia entre la comunidad y la autoridad.

Un segundo consejo: todavía queda tiempo de enmendar el rubro. Poco, pero queda.

Ya pasó el tiempo de las promesas y llega el de los hechos. El gran bastión de apoyo de la alcaldesa en Farfana hoy tiene a los vecinos marchando en las calles pidiendo solución.  

Así la cosas, nos parece inmoralmente inaceptable, seguir dándonos el lujo de gobernar el destino de la segunda comuna más grande de Chile vía redes sociales, o perder tiempo haciendo un matinal solo para vender humo. Para eso está la televisión, para todo lo demás necesitamos un adulto responsable al mando del municipio. ¿Será que pedimos demasiado?

LVDM

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