Justo en la esquina de 4 Álamos con Segunda Transversal se encuentra El Carrito, “bajón” de antaño en las nocturnas calles de Maipú.
Al llegar a la intersepción me sorprende que no hay “carrito”, pero si destaca una fuente de soda de un luminoso naranjo. Veo circular personas, que entran y salen de él. Los veo contentos, cómodos y sonrientes.
Al entrar me encuentro con mesas altas, clásicas de una fuente de soda, una parrilla a la vista del público, lo cual entrega confianza al consumidor, en las paredes hay múltiples fotografías de autos antiguos, de colección.
Lo primero que me llama la atención es por qué se llama El Carrito, si no veo ninguna rueda, excepto las de las imágenes de los autos. Al preguntar me doy cuenta que soy muy joven dentro de esta comuna. “El Carrito partió en el año 80, comenzó como un carrito aquí, a la orilla de la vereda, media cuadra más abajo. Ahí estuvo 4 años como carrito”. Así me aclara el cuento el administrador de la fuente de soda, Gonzalo Ayala.
Claro, año 80, El Carrito lleva 35 años funcionando. No estamos hablando de cualquier “bajón”. Mientras converso con Gonzalo la gente lo saluda muy afectuosa, con cariño. Me aclara que lleva 17 años administrando el local, que no es nuevo aquí. Además, me dice que El Carrito “tiene clientes desde el primer día, desde que partió, en el año 80. Hoy en día estamos atendiendo a los nietos de esos primeros clientes”. Ahora comprendo tanto cariño.
Le pregunto por el autor de este templo del completo y el churrasco, me dice que se llama Florencio Molina, que lamentablemente falleció el año pasado por un cáncer, sin embargo, le heredó todos sus conocimientos y secretos a Gonzalo. “He cambiado la infraestructura del local, pero no el sabor, esa es la esencia: la formula con la que nos mantenemos, porque nosotros no podemos cambiar nada. Te prometo que si yo cambio la mostaza la gente se enoja y me dice <oye cambiaste la mostaza, no es la misma>”, de esta manera Gonzalo me da a entender que su clientela es exigente y que no se les pasa gato por liebre.
Pero los consumidores al igual de exigente, son fieles. Gonzalo me cuenta que en los días entre la semana pueden llegar a atender fácil 500 personas, a lo que el fin de semana aumenta a 1000. El Carrito abre de lunes a lunes, a las 7 de la tarde, sagradamente. “Para el terremoto estábamos aquí trabajando. Sucedió el terremoto y cerramos, se salió a dejar a la gente, cada uno a su casa. Pero al día siguiente estábamos aquí trabajando. Te prometo que estuvimos 15 días en donde esto era una locura, se vendía todo y todos los días lleno. Allí nació el <llueva, truene o terremoteé el carrito abre>, siempre abre”.
Gonzalo comienza a hacer memoria, me cuenta que don Florencio antes de tener su carrito era taxista, que su hermano le aconsejó aventurarse en los completos y los churrascos que a tantos han salvado de la hambruna. ”Él quería mucho su carro, él quería mucho a su 4 Álamos, la gente lo quería muchísimo. Todavía hay clientes que vienen a lo lejos, que cuando se enteran les duele, les duele la falta de Florencio. Era un tipo muy bonachón, muy fácil de querer, simpático y muy amante de los autos antiguos”.
Gonzalo, tampoco deja afuera de sus recuerdos a la señora Cecilia Rubier, quien estuvo 27 años trabajando en El Carrito, “ella se jubiló ya hace 7 años. Han pasado los años, pero todavía pena por acá. La gente todavía la recuerda. Y no es menor, 27 años haciendo completos. Conoció a toda una generación, es más, dos generaciones casi”.
Mientras Gonzalo me ofrece un completo, observo al equipo de trabajo. Se ven animosos, a pesar de ser tarde, además, muy serviciales. Me sorprende escuchar a uno de ellos preguntarle a una clienta que cómo quería el huevo de la chorrillana. Gonzalo comenta que “tengo un equipo, a los que admiro, al que siempre le estoy dando las gracias porque son muy buenos. Creo que yo tengo gente que está con la cabecita puesta, que se la juegan, que son tremendamente eficientes en lo que hacen”.
Por fin llega mi “tocomple” italiano, mi primer deber era sacarle una foto para poder ponerla en esta nota, pero no pude aguantar el olor, el aspecto y el hambre que ya me albergaba, así que sin pensarlo le di la mascada, claro, luego le saqué la foto.
Al comerlo, me llevó inmediatamente a los completos de la once del día viernes, cuando iba en la enseñanza básica. Completamente recomendable El Carrito, tiene el sabor a lo clásico, a la familia, a la trayectoria, al reencuentro con otras épocas.
Deja una respuesta