Isabel Berríos fue una integrante de la primera selección nacional de mujeres en Chile y la primera entrenadora femenina en el país. Ella nació con una pasión y un talento en el futbol, y empezó a vivir en la comuna luego de independizarse a los 18 años.
La vecina expresa haber luchado durante toda su vida ante actitudes machistas a su alrededor para llegar a este punto tan importante y satisfactorio para su carrera. Finalizando el 2023, fue condecorada con el reconocimiento Orgullo Maipucino, y en La Voz de Maipú conversamos con ella para conocer más sobre su vida y su trayectoria.
¿Cómo inició tu gusto por el fútbol? ¿Qué te llevó a hacer de este deporte tu carrera?
Yo trabajo hace muchos años con niños y niñas, y me he dado cuenta de que muchos de ellos no vienen solo con talento natural, sino que con gustos personales muy adecuados para el fútbol. Así nací yo.
De muy chica, dominaba la pelota, me encantaba jugar en las clases de educación física, donde lo único que quería era jugar fútbol. El profe no me dejaba, me mandaba con las mujeres a jugar a las “quemadas” y lo encontraba terriblemente aburrido. Yo me rebelaba y me quedaba en la cancha.
Creo que nací con estas características, es un gusto natural que venía conmigo. Nadie me motivó, no tengo ninguna persona modelo, y en mi familia le gustaba el fútbol solo a uno de mis hermanos. La verdad es que no sé de dónde salió este gran gusto y valor por esta actividad.
¿Cómo fueron tus comienzos practicando el fútbol de manera más seria y profesional?
Nací en Barrancas, antiguamente zona de Pudahuel, en el sector de cerca del cementerio. Cuando se hizo la división quedé justo en el límite entre Cerro Navia y Pudahuel, y ahí yo jugaba en la calle con mis compañeros, con mis amigos. Con quien podía jugar, jugaba.
Después, cuando estudiaba Servicio Social, me reunía con amigas que jugaban Baby Futbol en todas partes de la comuna y me invitaron a la primera selección que se hizo de Fútbol Femenino en Pudahuel, en el Estadio Modelo.
Esa fue la primera vez que hice fútbol y entendí que tenía que empezar a entrenar y a trabajar todos los días un rato. Llegué a la U, en el año 86, cuando hicieron una convocatoria, donde me presenté y quedé inmediatamente. De hecho, después de una semana, ya era la capitana del equipo, me decían la Maradona chilena.
Empezamos a jugar y conocimos a dos equipos: California y la Águilas de Maipú. Yo me metí en la segunda, empecé a jugar ahí en la comuna y no paré hasta después de estudiar. Me convertí en la primera entrenadora mujer en Chile, estoy contratada en la U desde el año 90. Fui jugadora durante 2006, pero ya estaba trabajando con las niñas y mujeres.
¿Recuerdas a tus antiguas compañeras?
Más que recuerdos de mis compañeras, porque pasaron tantas, son las veces que jugamos. En ese tiempo no teníamos rivales, jugábamos en competencias de hombres. Nos metimos a una competencia de micreros, participamos todas las semanas con distintos equipos. Lamentablemente no había rivales mujeres a quienes enfrentar en esa época. Ganamos todo lo que se nos puso por delante.
¿Qué recuerda de las Águilas de Maipú?
Éramos 19 y teníamos un equipo muy bien armado. Había chicas con una técnica increíble, jugaban de memoria, pero no tenían una preparación como la que hoy día tienen las mujeres. La mayoría eran amas de casa, mujeres que trabajaban. No había profesionalismo, solo amor por la actividad.
La mayor cantidad de jugadoras eran dotadas técnicamente en el fútbol y hacíamos un fútbol bastante fluido, muy bueno, muy entretenido, pero no tenía mucha velocidad. Ahora el deporte ha cambiado muchísimo.
¿Qué partido recuerda con mayor cariño?
Muchos. Jugamos una final con el equipo de Talca que se llamaba “21 de Mayo”. Yo ya formaba parte de la U y la gente de Talca empezó a burlarse de nuestros gritos. Nosotras cantamos algo y ellos lo cantaban burlándose.
A los cinco minutos expulsan a una compañera. Ella era la contención, la más fuerte que teníamos. A los 15 minutos, íbamos perdiendo y salimos todas enojadas. Nos dio esa cosa de querer ir bien orientadas.
Al final, ganamos cinco a cuatro ese partido. Fue maravilloso, fue igual como el partido del 10 de marzo, esas victorias que gozas desde la profundidad de tu alma. Ese fue uno de los partidos que más me marcó por la pachorra, por la actitud que tuvimos, porque nos enfrentamos a todos, teníamos el estadio lleno en contra nuestra.
Sabíamos que teníamos equipo para ganar y al final lo hicimos. Cada vez que me acuerdo, lo vivo con una alegría que fue impresionante.
¿Cuáles fueron los obstáculos como jugadora que más recuerda?
Primer obstáculo era que no me dejaban jugar en mi casa y tenía que buscar excusas para poder salir. En ese tiempo, el fútbol era muy mal visto para una mujer. Si me podían impedir jugar, lo hacían. Yo inventaba formas de escaparme de la casa para poder ir a jugar. Lo otro es que te ponían sobrenombres muy impropios de una mujer por el hecho de jugar el deporte.
Igual nos daba vergüenza esas cosas. Le dicen a las mujeres que tratan de hacer cosas que, supuestamente, estaban destinadas para hombres. Yo la pasé mal con eso. A mí me daba mucha pena que me trataran así. Hoy día está prohibido, pero en ese tiempo lo hacían de mala manera.
Esa fue una de las cosas que a mí me costó asumir: iba a tener que pelear contra el machismo, pelear contra la idea de que se sentían dueños de una actividad que, para mi gusto, era la más entretenida del mundo. No entendía por qué los hombres se sentían con derecho de ningunearte o de tratarte mal porque tú amabas esto. Es lo que yo quería, es lo que me hacía feliz.
¿Cómo pasó a convertirse en entrenadora? ¿Qué la motivó a seguir con el deporte desde ese ángulo?
Yo tenía 35 años y estaba agotada de tanto entrenar, me da una pena tremenda. Yo era asistente social, y había un director de la U que me conocía y me tenía cariño. Me dijo que “porqué no estudias y te transformas en entrenadora para que las cabras tengan una”. Empecé a darle vuelta a la idea, entré a INAF y me dijeron al tiro: “No, eso era para hombres”.
Yo hice una carta alegando al rector de INAF y, a los tres días, me contestó que podía postular, pero que tenía que dar todas las pruebas igual que los hombres. Las pasé todas y me dijo: “que buena idea que entren mujeres, vamos a invitar a otras para que vengan a estudiar”. Entramos como seis, se echaron los ramos del primer semestre y no quisieron seguir estudiando, fui la única qué continuó.
En INAF, hay dos carreras: una es técnico, que es para los jugadores profesionales. Allí estudian una vez a la semana por tres años, y como no reconocieron mi carrera deportiva y tuve que optar por la segunda opción y estudiar cuatro años todos los días. Pero yo lo agradezco porque, al final, aprendí muchísimo más.
Siempre pensé que no iba a llegar y me iban a hacer la vida imposible, había profesores que no estaban de acuerdo. Cargué con todo eso, pero siempre saqué superbuenas notas, me titulé con máxima distinción, con un 6,2 de promedio. Al final salió todo bien. Me titulé en junio o julio de 2006, y ahí empecé al tiro a entrenar con niños de 9 hasta 14 años.
Cuando volvimos de la primera selección nos mandaron a la AMPA y ahí fue terrible. La cancha, el lugar, la gente, todo era muy amateur. Andamos en los barrios, no había camarines. Había que vestirse en la cancha, tapándonos entre todas para poder vestirnos con la ropa del club.
Con el tiempo, llegó Harold Maynn Nicholls y, como venía la FIFA, tenía la idea de que el futuro del fútbol era femenino. Acudimos a él y él nos dijo que armemos un campeonato con cinco equipos. Le preparé uno con ocho y salimos campeón en las dos categorías, juveniles y adultas. Armé el grupo femenino en Chile, estuve en todas las tomas decisiones por el fútbol femenino cuando asumió Maynn Nicholls. De ahí partió el fútbol femenino cómo está ahora. Cada día haciendo más cosas.
Cuando derogaron la ley que le daría más sueldo a la mujer, me hicieron hacer un vídeo para cuando Boric presentó el proyecto. Me dijeron que todo el mundo lo estaba viendo, también en La Moneda.
¿Qué significa para usted ser la primera entrenadora femenina en Chile?
Un orgullo poder a haber sido la punta del iceberg del fútbol femenino en Chile. Estoy feliz de haber logrado que hoy en día haya muchas mujeres haciendo esta actividad de manera profesional. Muchas entrenadoras pudiendo trabajar en diferentes clubes. Muchas mujeres esperanzadas que el día de mañana va a ser un poquito más igualitario.
Estoy esperanzada que algún día las empresas se interesen en estas actividades y puedan financiar a una mayor cantidad de mujeres, que ya vienen en camino y que puedan amar esta actividad como la amo yo, con toda su esencia. Con todo lo que significa hacer un deporte que se piensa todo con la cabeza y se ejecuta con los pies.
Obviamente, es una manera de desarrollar una nueva vida, donde los valores más importantes son el trabajo en equipo, la igualdad, el respeto y la lealtad. Las mujeres los tienen intacto en el desarrollo de esta actividad.
¿Tienes alguna experiencia como entrenadora que recuerda con cariño u orgullo?
Yo he tratado de ser un ejemplo de valor, de coraje, de respeto, de trabajo en equipo para muchas mujeres. Creo que muchas de ellas me han hecho saber lo importante que yo fui en las vidas de ellas para motivarse a conseguir cosas.
Tengo muchos ejemplos de eso, de gente, de papás, de niños o jugadores que no continuaron con el deporte. Por ejemplo, tengo uno que llegó a ser militar, según él y su familia, todos los valores que yo pude aplicar le dieron a ellos la confianza para poder atreverse a hacer otras cosas de su vida y no se perdieron con el tiempo.
Yo creo que esa es una de las cosas que realmente me ha apasionado, el entender que Dios me puso en esto para algo bueno, no solamente por la gente más cercana, sino que por toda la gente que siga lo que ama, que siga lo que le llena más el alma.
Ese tipo de personas soy yo. Creo que he podido hacer que muchos chicos y chicas orienten su vida para conseguir algo. A lo mejor no jugando, puede ser como árbitra, kinesióloga, física, entrenadora, pero he logrado motivar a mucha gente y eso a mí me tiene muy orgullosa.
¿Desde cuándo ha vivido en la comuna de Maipú? ¿Cómo ha sido su vida aquí?
Llevo 35 años en la comuna. Me fui los 18 años a Maipú. Me independicé, me fui con una amiga, y después decidí ya quedarme. Me encanta la comuna, es muy grande y tiene mucha gente que ama al deporte. Estoy bien ubicada y no tengo tiempo para aburrirme, como dicen.
También han valorado mi trabajo aquí. Me declararon Orgullo Maipucino en 2023, y después me llamaron para el Día Internacional de la Mujer para invitarme a un homenaje que se hizo para 250 líderes de Maipú.
¿Qué significó para usted el reconocimiento Orgullo Maipucino y la reunión para el Día de la Mujer?
Me gusta poder hablar con las mujeres. Además, nosotras nos damos cuenta de que es nuestra responsabilidad avanzar. Tenemos que aburrirnos de quejarnos y empezar a sentir qué es responsabilidad de cada una lo que tenemos en la vida.
Busquemos merecernos todo lo bueno. Hay que hacer cosas, hay que decir cosas, hay que lograr cosas. Eso es ha sido mi lucha permanente, más que convencer a los hombres, cómo convencer a las mujeres de que son capaces de todo lo que quieran hacer en la vida.
Pierde el miedo a lo que te digan. Tú ve porque te hace bien y te sientes feliz por conseguir esas cosas, aunque sean mínimas. Después, no te vas a dar cuenta de que estás buscando cada vez más cosas que te hagan más feliz y que llenen más tu espíritu.
No partas de esta vida sin haber buscado el interés que te hubiera dado las ganas profundas de querer levantarte feliz, cantando. Se busca lo que a ti te haga feliz.
¿Qué espera para el futuro? ¿Cuáles metas o esperanzas tienen como entrenadora?
Yo espero generar, en el club, personas cada vez más comprometidas con lo que hacen. Generar personas que amen esto, tranquilidad en mi trabajo y económica, que pueda estar tranquila en mi casa el día de mañana.
Espero irme viejita de acá, cuando ya casi no camine, terminar mi vida entregando todos mis conocimientos, para que vengan muchas más personas con la conciencia y la idea de que esta actividad es una herramienta maravillosa para formar personas.
Los niños y la niña son capaces de cambiar su propio mundo por jugar. Entonces, estoy una convencida de que, si muchos piensan como yo, vamos a hacer un mundo mejor para todos esos niños que vienen llenos de ideas. Espero hasta el último día de mi vida transmitir eso, que mientras más profesional y más ames lo que haces, mejores logros vas a tener.
Todos debemos tener la responsabilidad de generar espacio, lugar, materiales, conciencia, ese despertar magnífico que uno debe tener con los demás, el trabajo que realiza, y lo que es capaz de dar y recibir. No puedes pasar por la vida haciendo cualquier cosa y después querer recibir un condecorado. La ley divina es lo que tú das, recibes. Ojalá eso sea parte del trabajo de cada uno de nosotros.
Cada uno da lo que puede, hasta donde puede, y respetar que es de máximo fue lo mejor que te pudo dar esa persona. Así que, eso es lo único que me motiva a mí.
No quiero salir del club, no quiero estar en otra parte, yo quiero estar siempre acá, que es donde yo me he sentido mejor en mi vida.