Hace exactamente un año, Tomás Vodanovic preparaba un golpe que se venía gestando durante muchos meses. Y es que el sociólogo de RD entendía perfecto que el estado de la Plaza Maipú era deplorable y, en campaña, lo que más le tocó escuchar fue a vecinas y vecinos pidiendo orden.
La Plaza de armas ha vivido varios cambios. El kilómetro cero de Maipú ha sido testigo silencioso de los cambios demográficos, políticos y sociales. De ser un punto de encuentro, con pileta de agua en el centro, bancas y enormes árboles que invitaban a quedarse a ver la vida pasar, mutó a una que invita a desplazarse.
Una plaza que le dice al vecino, de forma silenciosa, a través de su arquitectura, siga caminando. Y es que la llegada del Metro lo cambió todo. El 2009, en las cartas a El Mercurio, el alcalde Undurraga lo explicaba así: “A diferencia de otras obras que han generado polémica en la ciudad, para la remodelación de la Plaza Mayor de Maipú se optó, en conjunto con Metro, por realizar un concurso público de arquitectura con el fin de lograr un diseño de calidad coherente con nuestras necesidades y cultura”.
Sin necesidad de encuestas, y solo recogiendo los comentarios en distintas redes sociales, queda claro que la visión de Undurraga, expuesta en El Mercurio, era más anhelo que realidad. La nueva Plaza más parece una fractura en el corazón de la comuna que un hito arquitectónico del que sentirse orgulloso.
A la Plaza que se inauguró con el Metro, esa que tiene una especie de zócalo como el de la Ciudad de México, se le fueron añadiendo extras. Los grandes espacios de cemento, fueron colonizados por vendedores ambulantes.
Salías del metro y podías comprar calcetines, calzoncillos y un peluche. El buqué te pegaba con fuerza: una mezcla entre aceite de sopaipilla, acompañado de carbón y carne. Narices más refinadas podían detectar la presencia de cebolla, empanadas y el olor de la vienesa cuando está mucho rato en el agua.
Era un ejército de personas haciendo negocio en el espacio público. Algunas con permisos municipales en función de situaciones socio económicas difíciles. Otros, la mayoría, con permisos precarios, dados por el Municipio y que se iban renovando.
En la época de la alcaldesa Barriga, funcionarios municipales cercanos a ella daban y quitaban permisos a su antojo. Si la alcaldesa tenía problemas en el concejo municipal, un whatsapp del funcionario de confianza, hacía que los ambulantes corrieran a defenderla. Se jugaba con la dignidad de las personas.
El costo de financiar una primera línea para Barriga lo pagaba una comuna entera.
Por eso para Vodanovic, el sacar los ambulantes estaba en su radar. Pero no era tarea fácil.
Un plan para el despeje de la Plaza Maipú
Desocupar la Plaza Maipú era, según fuentes municipales, lo más sencillo. Había que coordinarse con Carabineros y proceder a desalojar e incautar los distintos carros. Lo difícil era sostener el desalojo. Que no fuera flor de un día.
Y para sostenerlo había que armar un plan. Hubo reuniones previas con los comerciantes organizados para reubicarlos y que se formalizaran sus actividades comerciales. Sin embargo, nadie quería moverse ahí. Además, el Municipio fue retirando estructuras que los comerciantes usaban para irse armando en el día. También se aprobó una ordenanza para limitar el comercio ambulante en la vía pública. Todo era parte de un allanamiento de camino que llevaría al despeje.
Se manejaron distintas fechas, pero había que coordinar a un municipio, carabineros y contar con el apoyo del Ministerio del Interior y de la delegada presidencial. Finalmente se llegó a una fecha.
8 de Agosto, el Día «D»
El lunes 8 de agosto se fijó como el día en que se realizaría el operativo. Esa madrugada el frío pegaba con fuerzas y a las 6 AM un alto contingente de carabineros, secundados por funcionarios municipales comenzaron a patrullar. No hubo desalojo. Simplemente se evitó que se instalaran. La Plaza Maipú volvía a ser un espacio caminable.
En total 139 carabineros y 23 carros policiales, en dos turnos, se aseguraban que el despeje perdurara. Los toldos azules eran cosa del pasado.
Ese día el alcalde dio una conferencia de prensa. Hasta el viernes de la semana anterior al despeje en el punto de prensa se sabía que hablaría el alcalde junto al Subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, sin embargo a última hora se subió a la pauta en Maipú la -por ese entonces- Ministra del Interior, Izkia Siches.
Una encuesta realizada por La Voz de Maipú por esos días, en la que participaron más de 2.300 personas mostró que la medida ejecutada por el Municipio tenía un 96% de apoyo. Los ambulantes estaban indignados y la televisión les daba cobertura. Algunos, como el diputado del Partido Republicano Agustín Romero se pusieron del lado de los comerciantes ambulantes de la Plaza Maipú.
Como buen político Romero intentó llevar agua a su molino y acusó en sus redes sociales que los ambulantes habían pasado del apruebo, al rechazo de la nueva constitución. Hoy por hoy, abundan los análisis de la derrota del apruebo. Ninguno vincula la derrota del apruebo a lo sucedido en la Plaza Maipú.
Cortes de tránsito y protestas fueron la tónica de esos días. Nada que el Municipio no tuviera en su radar. Sin embargo, Vodanovic recibió amenazas de muerte y en la Municipalidad no se lo tomaron a la ligera. Semanas antes un comerciante de la plaza Maipú había atacado con un arma blanca a un funcionario municipal.
El 8 de agosto fue tenso. Pero nada comparado a los días posteriores. Un grupo de ambulantes se negaban a conversar y exhibían publicidad en PVC a favor del rechazo. Tenían banderas chilenas, acompañando su causa. Un día incluso ingresaron al Municipio en busca de Vodanovic.
Tras el chaparrón el movimiento se diluyó. Hoy la Plaza Maipú está mejor que antes y se siguen haciendo rondas para mantenerla desocupada. El espacio público fue recuperado en lo que ha sido, por lejos, el mayor hit de la gestión del frente amplio en la comuna.
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