Mientras el alcalde de Maipú, el RD-FA Tomás Vodanovic, pide públicamente al Gobierno de Boric la presencia de efectivos militares en zonas críticas de la comuna que dio origen a la nación, su par de ultraderecha en Providencia, la UDI Evelyn Matthei, declara su rechazo a la idea de que sean los militares los que realicen el cuidado de la ciudadanía en los sectores más complejos. A ojos de un elector o electora promedio, el alcalde de izquierda se posiciona a la derecha de Matthei.
Los tontos dicen que los números hablan mientras interpretan arbitrariamente su significado. Sin embargo, sea por tontos o por asesorados, ambos alcaldes deben manejar sendas encuestas sobre su futuro en las próximas elecciones, haciendo interpretaciones sobre lo que les dicen esas cifras. Ni la candidata presidencial ni el candidato a la reelección alcaldicia deben estar actuando sin consultar las cartas; ambos, a su modo, apetecen el voto de Corea del Centro.
Primero, no hay que perderse con Evelyn Matthei; la militante del partido de ultraderecha (la UDI, no los Republicanos de extrema derecha) es hija del General Fernando Matthei, miembro de la Junta Militar que gobernó durante la dictadura chilena y que por estos días reaparece en las notas de prensa por su reunión con el Laboratorio Butantan y el veneno fabricado en Brasil para acabar con ciudadanos chilenos.
Así como lo es Frei Ruiz Tagle para los demócratacristianos de los ‘90 o Isabel Allende (la política, no la escritora) para los socialistas, a Evelyn solamente le hace falta escribir su apellido para contar con el voto de los admiradores del pinochetismo. Su figura es, sin quererlo ni desearlo, naturalmente nacida en las filas de la ultraderecha; y ante la presencia del hombre de Paine (cuyo apellido y familia no están sólo íntimamente ligados a la Dictadura sino también envueltos en la posible comisión de delitos de lesa humanidad), la opción de crecimiento de Matthei no se expande hacia su derecha sino hacia su izquierda, es decir, el centro moderado.
Pero además, la hija del General de la Junta sabe de primera mano lo que significa el uso de los militares de parte de la política; su uso, su abuso, y finalmente su encarcelamiento. Evelyn Matthei sabe bien cómo sus aliados más viejos usaron a los militares chilenos para hacer el trabajo sucio, haciéndoles pagar todos los platos y vidas rotas por ellos. Evelyn no sólo apetece el voto moderado, sino también protege y cuida la memoria y (des)honra de su padre.
Por el otro lado, Tomás Vodanovic debe también estar sacando sus cuentas y anhelando un voto populista de centro, el que no quiere a los militares en la calle “porque sí, siempre y en todos lados”, sino que ve en el tema de la seguridad un creciente peligro para sí y para su familia, y donde los militares parecen una medida “lamentable pero inevitable”. Alguna encuesta habrá que preocupe al alcalde de Maipú.
Tomás Vodanovic y el estallido social en Maipú
Lo que Vodanovic, sin embargo, no recuerda, porque no tiene cómo recordarlo, es lo que significa la vida en Maipú con los militares circulando con metralleta en mano, no solamente durante la Dictadura (sobre lo que organizaciones especializadas podrán hablar) sino también durante el Estallido Social.
La primera bala disparada por los efectivos militares durante el Estallido ocurrió en las inmediaciones a la Plaza de Maipú; ahí, un joven soldado asustado por la multitud que lo puteaba debido a su presencia en la calle, apuntó al cielo y apretó el gatillo. Lo que vendría los días siguientes sería un desastre con disparos a diestra y siniestra por el corredor de 5 de Abril, función que continuaría Carabineros por algunas semanas.
En otro sector de Maipú, al costado de la Estación Las Parcelas, medios de comunicación locales y nacionales dieron cuenta de un Centro de Detención ilegal de los militares, en plena avenida Pajaritos, mediante testimonios, grabaciones de audio e incluso presencia de periodistas de medios nacionales en las casas aledañas. Todo esto, sumado a las varias denuncias conocidas a nivel judicial.
El alcalde Tomás Vodanovic no tendría como recordar estos hechos, como hacemos quienes vivimos el Estallido Social en Maipú. Pero debería conocerlos. Hay sobradas notas de prensa al respecto. ¿Qué certeza tenemos de que la presencia militar en tomas ilegales no provocará más violencia o no profundizará una vida ya desprotegida para las personas más pobres o migrantes? Sin serlo, ¿qué tan lejos de la Doctrina Bukele están las y los alcaldes que piden militares como agentes de seguridad?
Es más; la experiencia del uso de fuerzas militares “de paz” para cuidar de la seguridad en lugares “críticos” también pone en duda la utilidad de las fuerzas armadas en funciones de orden. Los Cascos Azules enviados desde Chile tienen a su haber no solamente unos 21 niños abandonados en Haití, sino una lista de abusos y violaciones, con madres de incluso apenas 11 años de edad. No hablamos de “Infraestructura crítica”, concepto heredado de la Doctrina Piñera y eufemismo para la policía política utilizada durante el Estallido Social.
No hablamos de torres de alta tensión, de los rieles del Metro o de las Copas de Agua de la comuna. Hablamos de personas, en su mayoría migrantes, que han terminado viviendo en campamentos debido al abandono sistémico de nuestro país, a la desregulación del mercado del arriendo en el que un departamento-estudio se arrienda por quinientos mil pesos a migrantes desesperados por un techo.
Cuando el Estado abandona el cuidado de las personas, por motivos económicos o xenofóbicos como en este caso, aparecen los abusadores, los prestamistas, los arrendatarios de tomas, y un caldo de cultivo para que las armas, legales o militares, hagan y deshagan a su antojo. Y el cuerpo muerto del exteniente venezolano, Ronald Ojeda, funciona como la excusa perfecta para intervenir, sin planes socioeconómicos ni de reubicación, un campamento que afea el paisaje.
Nadie, nunca, pidió a los militares para controlar a un pistolero del barrio alto, para intervenir las carreras clandestinas en Las Vizcachas ni para enfrentar el narcotráfico en los carretes zorrones de Catchagua. Nadie, excepto por los termocéfalos del Pinochetismo, que sostienen la tesis de que “con Pinochet estábamos más tranquilos” y piden la restitución de los militares en las calles desde los años 90.
El pasado, reciente y no tan reciente, condena la idea del alcalde Tomás Vodanovic. El racionamiento técnico, sobre el perfil de especialización de los militares, también. El uso de los militares para el control del orden es una política pública que, en los últimos 50 años (si no desde mucho antes), ha sido usada solamente como una fórmula de anti-subversión de las personas más pobres. Lo único que podría explicar una petición así desde un alcalde “de izquierda” son los números de las encuestas, que cada quien interpreta como le conviene